Celuloide

Los descendientes  Israel León O’Farrill El cine de Alexander Payne me recuerda un poco al de Paul Thomas Anderson: ambos tienen una curiosa obsesión por los vericuetos del complejo entramado emocional que se teje en las relaciones humanas. Sin embargo, Anderson suele buscar la expresión de emociones oscuras y difíciles de definir, y sus finales, en consecuencia, llegan a ser explosivos y en apariencia inexplicables, pero al reflexionar entendemos perfectamente qué sucedió –como ejemplo, baste ver Petróleo Sangriento-; por su parte, Payne coloca a sus personajes en situaciones complicadas y hace que encuentren las soluciones a través del propio ritmo que los acontecimientos le imprimen. Tanto Las Confesiones del Sr. Schmidt (2002), como Entre copas (2004), son excelentes ejemplos en este sentido. En una y otra, el personaje principal realiza un viaje en el que habrá de ir madurando las problemáticas ante las que se enfrenta. En Los descendientes (2011), también el personaje principal, Matt King –interpretado de manera sobresaliente por George Clooney- emprende un viaje, que aunque no es por carretera –signo especial de las dos anteriores- sí lo confronta con la bazofia que ha sido su mundo cotidiano, empezando por su relación de pareja, pasando por su paternidad, para culminar con su identidad. Pese a ser un melodrama, hay numerosas salpicaduras de humor negro que hacen que nos riamos de la trama –aunque quizá nos estamos riendo de nosotros mismos-, algo a lo que ya nos tiene acostumbrados este director. Por cierto, Payne ha tenido el acierto de rodearse de actores de primer nivel como Paul Giamatti o Jack Nicholson, lo que ha enriquecido de manera considerable sus cintas; en ésta, Clooney hace una excelente interpretación –buena competencia para Bichir, por cierto- y destaca el trabajo de una jovencita Shailene Woodley como su hija Alexandra; sin duda, el casting es uno de los fuertes de la película. No sé si debiera ganar en la categoría de Mejor Película, pero Payne bien podría dar pelea en el rubro de Mejor Director. Como bien comenta un amigo, es una visión sencilla de los sinsabores de la vida. En todo caso, vale más correr a verla pues, como suele suceder con las buenas películas que no tienen efectos especiales, corre el riesgo de desaparecer pronto de cartelera. Comentarios y consultas http://israelleon.wordpress.com/
  • URL copiada al portapapeles