VARIELALIA

Miguel Campos Ramos  La farsa de los premios literarios Hace años envié a editorial Alfaguara un ejemplar de mi novela El día del rumor. Un mes después me llamó por teléfono una mujer. Algo airada me dijo más o menos: “No recibimos originales no solicitados. Envíe su libro a nuestro concurso, de ahí sacamos los libros que editamos. Ah”, añadió, “y Sealtiel Alatriste ya no es director de esta casa”. Esta observación se debió a que fue precisamente Alatriste a quien le dirigí el sobre con el original de mi libro. Pues bien, el caso de Sealtiel Alatriste y “su” premio Villaurrutia me da pie a la presente reflexión en torno a premios y reconocimientos literarios. De entrada, en su mayoría son farsas. Un conocido mío me confesó que durante años recibió los originales de un concurso latinoamericano de cuento, y simplemente entresacaba los recomendados y de entre ellos ya sabía quién sería el ganador. Igual acontece en los grandes premios, grandes por lo económico, no por su valor en sí, pues cada vez están más desprestigiados y no son garantías de éxito de ventas, y si no, que lo digan quienes los han ganado. Recordemos el famoso premio Planeta internacional. Lo ganó una vez Mario Vargas Llosa con su novela Lituma en los Andes, pero se supo que ya estaba acordado, para vergüenza del hoy Nobel. Y cómo no, si el personaje era de sobra conocido pues formó parte de la trama de su novela La tía Julia y el escribidor. Igual aconteció con el caso, en cierto modo patético por su imagen de “filósofo”, de Fernando Savater, quien, filósofo y todo, aceptó el millonario premio. Una vez acudió a Puebla para dar una conferencia y alguien le objetó que fue un premio acordado. Savater no supo qué decir, excepto que no lo veía así. Para concluir, lo ocurrido con Alatriste es prueba de la farsa de los premios y reconocimientos. Simplemente se dan de camarillas a camarillas, de cuates a cuates. La realidad es que los jurados ni leen los originales, y menos conocen otras lecturas, si no, hubieran detectado el tan sonado plagio del exdirector de Alfaguara y de Difusión Cultural de la UNAM. Una de las causas de falta de lectores son precisamente los premios, pues los editores creen que harán negocio haciendo ruido con un galardón. Los escritores, como los cantantes, no se hacen en concursos, sino en la talacha diaria y en la real promoción de sus obras ante los lectores. Quien piense que escribo esto por ardor, se equivoca. Hace años disfruté el placer de recibir un jugoso cheque por un premio nacional de cuento, y pese a que al cuento no le resto calidad, siempre pensé que ganó porque estaba de moda el tema del control natal como política pública, y de eso trataba (aunque no lo escribí deliberadamente). Precisamente, buscando temas deliberados, muchos adictos a los premios literarios ha hecho de ellos un modus vivendi, y los editores, una forma de promover lo que, de suyo poco atractivo para los lectores, resultaría todavía menos atractivo sin el premio. [email protected] www.edicionesmagno.com twitter: @miguelcamposram blog: www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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