POLVO AL SOL

Israel Torres Hernández  Contracrónica papal Este es el testimonio del gran cantautor sonorense José de Molina por la primera visita de Juan Pablo II en 1979 y que, pese al tiempo y espacio, aún es funcional dada la próxima llegada de Benedicto XVI a Guanajuato. “El desbordamiento total, los sentimientos seudo religiosos a flor de piel. Durante tres días la ciudad de México quedó en manos de la fanaticada. Posteriormente sucedería lo mismo en Guadalajara, Monterrey y Puebla. Dato curioso. Estas tres ciudades visitadas representan el cordón umbilical y cadena que nos ahoga y ata económicamente al capital extranjero. Espontánea, la reacción fue espontánea, gritaban y cacareaban las beatas, los mochos y los voceros de la poderosamente Iglesia mexicana, aunando sus aullidos a los de Televisa y la prensa reaccionaria, es decir, el 99 % del periodismo nacional. Todos unidos manipularon a un pueblo ingenuo, huérfano y miserable para que vieran en la figura de un hombre tan mortal y tan efímero, pero tan poderosamente capitalista como lo es el Papa, ni más ni menos que al representante de dios en la Tierra. Y se tendieron todas las trampas. Los grupos financieros más recalcitrantemente reaccionarios encabezados por el Grupo Alfa de Monterrey, Banamex, Bancomer, Televisa, etcétera, enajenaron y engañaron a un pueblo tradicionalmente creyente aun antes de la Colonia, al pueblo mexicano. Magnífico servicio les ha prestado el Papa a los mercaderes, precisamente a quienes Cristo despreciaba y algunas o varias veces los arrojara a fuetazos del templo de dios. Y te hicieron creer, pueblo mío, que el mismo dios había bajado a bendecirte. Y te durmieron mucho más de lo que estabas y te engañaron con falsas alabanzas, te arrullaron con cantos de sirena, te ofrecieron un dios transnacional televisado mientras el financiero tiburón se relamía y el avaro comerciante mil chácharas papales te vendía. Y se fue monseñor, voló hacia Roma a contar los millones de la gira mientras un pueblo hambriento de pan y de fe mira hacia el cielo y en su enorme soledad sólo suspira”. En conclusión: cada visita del Papa es una buena oportunidad para pensar, no sólo rezar. Cuando la propaganda clerical trata de preparar una recepción ad hoc, es la oportunidad para que la feligresía cuestione quién es Joseph Ratzinger y por qué viene al país. Detrás de una buena intención hay un mal pensador en la misma proporción. Considerar que la fe del creyente es tan ciega como la tolerancia de la Iglesia sería echarle polvo al sol.
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