Natalicio del General Ignacio Zaragoza, sin pena ni gloria

** Fiel a sus principios, defendió el honor de la Nación, que ahora lo ignora, ya que su natalicio no figura en la agenda de actividades cívicas Pilar BRAVO Aunque el gobierno se desborda en gastos para el CL aniversario de la batalla de Puebla, en esta fecha, 24 de marzo, aniversario número 184 del natalicio de Ignacio Zaragoza Seguín, la fecha pasara desapercibida por las autoridades de Cultura y de Educación Pública, porque la fecha no está en la agenda de actividades cívicas. En la casa ubicada en la avenida Reforma 123 (Tesorería) ya no se ve ni la placa que indica la efeméride de que ahí vivió y murió –a los 33 años 5 meses– el General Ignacio Zaragoza, que dio gloria a la patria al vencer al ejército francés en mayo de 1862. Una vida de lucha Ignacio Zaragoza nació el 24 de marzo de 1828 en la Bahía del Espíritu Santo (hoy Goliad ) territorio de Coahuila, Tejas. Los primeros años de estudio los hizo en un Seminario, luego en Nuevo León se decidió por estudiar Comercio, pero su destino era otro, como el de su padre: el ejército. Se inscribió en las milicias cívicas y siguió en guardias nacionales, pero hasta 1853 inicia su carrera militar, inspirado en el malestar social que generaba el mal gobierno de Antonio Santa Anna, oponiéndose siempre a la venta de 2 millones de kilómetros cuadrados del territorio mexicano a los Estados Unidos. Sus participaciones militares comenzaron a temprana edad y estuvo en Matamoros, Saltillo y Monterrey, en San Luis Potosí y Zacatecas luchando por la fidelidad a la Constitución de 1857. Fue enrolado en la Guerra de Reforma y dos años después, en 1859 alcanzó el grado de General, al que le asignaron la brigada del norte, con hombres fuertes y bravos de Zacatecas y Nuevo León. El General Zaragoza tuvo en ese tiempo mucha actividad, participó en diversas batallas en México, Monterrey, Veracruz y Zacatecas, donde se unió a las fuerzas del General Jesús González Ortega, para participar en Guadalajara en contra de Miramón con triunfos en Silao y Calpulalpan que abonaron a la causa juarista. Fueron tres años intensos de luchas que forjaron carácter y experiencia, por lo que durante el gobierno de Juárez, en 1861 es nombrado Secretario de Guerra, ocupándose de las estrategias de la defensa nacional ante las amenazas de los ejércitos extranjeros. Dice Pedro Ángel Palou, presidente del consejo de la crónica en Puebla, que Zaragoza no tenía una formación militar, pero no la necesitó; tenía fe de primitivo, infinita y simple, no sólo en el derecho, sino en el triunfo de la patria, y esa era su estrategia. En la batalla de liberales contra conservadores, Benito Juárez concentró su esperanza en el Ejército de Oriente, a cargo de Zaragoza, confianza jamás defraudada, que culminó con la Batalla de los cerros de Loreto y Guadalupe en Puebla hace 150 años. Triunfo ante las fuerzas extranjeras En 1861 ondeaba la amenaza de los tripartitas (americanos, ingleses y franceses) para invadir el país. Cuando el nuevo Secretario de Guerra, López Uraga, supo del desembarco en Veracruz de las fuerzas extranjeras, advirtió que ya nada se podría hacer ante los ejércitos de ultramar, pero Zaragoza dijo al presidente Juárez que la patria era primero, y lo demostró el 5 de mayo. Pedro Ángel Palou Pérez señala que el 5 de mayo es un parteaguas en la historia de México. Antes y después del 5 de mayo, el triunfo generó cohesión, surgió la fe en el derecho, en la razón de la fuerza y la fuerza de la razón. Los resultados de esta batalla también salvaron a la federación norteamericana; el triunfo sublime del vencedor de invencibles hizo perder un año a los ambiciosos designios de Napoleón, que tenía como objetivo conquistar México y luego la Unión Americana, según testimonio de las cartas de Napoleón al Mariscal Elías Forey. Si no hubiera detenido Zaragoza al ejército galo, los soldados se habrían unido a Gran Bretaña para alcanzar su objetivo, que era la Unión Americana. Una batalla perdida contra la fiebre tifoidea En mayo de 1862 murió su esposa Rafaela Padilla en la Ciudad de México y él no pudo regresar para el entierro, ya que se encontraba en actividades en Acultzingo, Veracruz y no pudo abandonar las tropas. Semanas después regresó enfermo de fiebre tifoidea a Puebla, donde perdió la guerra con la muerte el 8 de septiembre, a los 33 años 5 meses y 15 días. Fue Benito Juárez quien, al conocer la noticia sobre el deceso del General I. Zaragoza, lo declaró “Benemérito de la patria”. Fue llevado a la capital y enterrado en el panteón de San Fernando.
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