VARIELALIA

Miguel Campos Ramos  El idioma en la campaña electoral En vísperas del inicio de las campañas políticas rumbo a la Presidencia, me parece pertinente leer el capítulo 16 de mi libro El poder de la palabra (Ed. Trillas). Helo aquí: Recordemos las dos siguientes frases célebres: “Se dice que la palabra distingue al hombre de las bestias, pero es la palabra precisamente la que revela muchas veces la bestialidad de algún hombre”. Carlo Dossi. “Emplea el lenguaje que quieras y nunca podrás expresar sino lo que eres”. Ralph Waldo Emerson. Como se ve, ambas frases enuncian de manera concisa cómo el idioma puede por sí mismo definir una personalidad. En efecto, cuántas veces, por el sólo hecho de la forma en que alguien profiere a diestra y siniestra obscenidades, leperadas, imprecaciones y ofensas varias, manifiesta algún tipo de proyección o incluso de enfermedad (una, por cierto, se llama “coprolalia”, hablar con alusiones al excremento; por ejemplo, el reiterado “shit” —mierda— de los gringos en el cine). Dossi alude a ese comportamiento animal de algunos, en tanto que Emerson, más mesurado, se refiere a que si se emplea el idioma con plena libertad, se mostrará uno tal cual es. Partiendo de ambos pensadores, hagamos una paráfrasis de la popular expresión “Dime con quien andas y te diré cómo eres”: “Dime cómo usas el idioma y te diré cómo eres”. Valga el breve preámbulo para entrar en materia. Leímos, escuchamos y vimos con profusión el modo y las palabras que empleó cada uno de los aspirantes a la presidencia del país en el 2000, particularmente los tres “grandes”: Labastida, Fox y Cárdenas. Al primero se lo percibió como un usuario morigerado de la lengua, a grado tal que se volvió lugar común decir que le faltaba personalidad, mientras a Fox le sobraba. Sin embargo, si bien Labastida no dio rienda suelta a los calificativos descalificadores (permítaseme la expresión), bien que se encargaron de suplirlo organizaciones de su propio partido, algunas de plano cayendo en el mal gusto y en toda suerte de disparates. Respecto a Fox y su supuesto exceso de personalidad, se aludía a esa actitud de “lengua floja” que a las primeras de cambio lo hacía lanzar palabrejas francamente ofensivas (“chaparrito”, “labestida”, y otras lindezas, que remató con “el mamila de Juan Gabriel”, en alusión al popular cantante). De Cuautémoc Cárdenas poco puede decirse, excepto que siempre se mantuvo con un lenguaje que muchos tildaron de “tibio”, pues básicamente una que otra acusación lanzada la sustentó con hechos más que con palabras. Pero es de agradecer que él y su equipo de publicidad hicieran poco o nulo uso de ese idioma agresivo tan en boga dentro del ambiente mercadotécnico incluso en cuestiones políticas (recuérdese aquello de “publicidad agresiva”, que en realidad debe de ser “audaz”, pues en inglés “aggressive” tiene como una de sus connotaciones la de “dinámico”, “emprendedor”, incluso “audaz”). Sin duda, como en otros rubros, en el idioma también puede aplicarse la alusión de Carlos Fuentes respecto a “la mediocridad de las campañas y de los candidatos a la presidencia de México”. [email protected] www.edicionesmagno.com twitter: @miguelcamposram blog:www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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