VARIELALIA

Miguel Campos Ramos  Va de cuento Lo prometido es deuda, tanto para los lectores de este diario, como de esta sección, y por supuesto para el autor del cuento al cual me referí en la edición del pasado lunes, resultante de una especie de concurso interno en la escuela Secundaria Técnica Industrial “Lázaro Cárdenas”, de Nealtican, Puebla. En efecto, la maestra Mónica Villa, entusiasta promotora de la lectura y de la literatura en dicha institución, y convencida de que la práctica de la escritura entre los alumnos los ayuda en su formación académica, organizó este certamen interno, del cual fungí como “seleccionador” de los mejores cuentos, para no usar el término “jurado”. El autor es Brandon Alberto Torres Soriano, y es alumno del Segundo Grado. Me da mucho gusto presentar este cuento, en mi columna, aunque existe el compromiso del editor de esta página, César Hernández, de que otros cuentos de ese mismo ejercicio aparezcan el domingo 29, no sólo como una aportación de El Popular, diario imparcial de Puebla, sino como una forma de estimular a los alumnos, sobre todo cuando son de provincia. A dicho compromiso me adhiero entusiastamente, y ojalá que el modelo cunda en otras escuelas (de hecho, algo parecido se hará en el colegio “Woodcock”, pues también me invitaron a participar como jurado de un concurso parecido; ya lo contaré en este espacio). Pues sin más, doy paso al cuento prometido, esperando que lo disfruten al leerlo, como yo al escucharlo leído por el propio autor. Helo a continuación. El perro pesimista por: Brandon Alberto Torres Soriano Había una vez un granjero que quiso hacer una competencia entre su perro y su conejo. Hizo un agujero en uno de sus grandes prados, escondió en él una zanahoria y un hueso, para ver quién de los dos encontraba su comida. El conejo, muy alegre y optimista, se lanzó a buscar la zanahoria aquí, allá, saltando convencido de encontrarla. El perro sin embargo era muy pesimista, tras husmear un poco, se retiró y se echó en el suelo y comenzó a lamentarse de lo difícil que era encontrar el hueso en un campo tan grande. Durante horas el conejo cavó nuevos hoyos, mientras era observada su actitud inocente, y éste no entendía la actitud pasiva del perro, pero no tenía tiempo de esperar a entenderla, porque ya estaba muy cerca de encontrar su zanahoria. Cuando ya no quedaba ni un sitio donde cavar más, el conejo hizo un túnel hasta llegar debajo justamente de donde se encontraba el perro, exactamente donde se encontraban el hueso y la zanahoria. El perro estuvo sentado todo el tempo bajo su hueso, mientras el conejo estaba saltando de alegría por haber encontrado su zanahoria, se volvió al perro para participarlo de su alegría y lo miró triste, y el conejo decidió darle el hueso que también había hallado. El perro aprendió que no hay que rendirse hasta haber agotado varias estrategias. Fin [email protected] www.edicionesmagno.com twitter: @miguelcamposram blog:www.elpanoptico.bligoo.com.mx
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