Buen inicio Sinfónico

La Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla arrancó su temporada musical con una grata pieza de Dvorak en San Pedro Museo de Arte  Sergio Spíndola  En San Pedro Museo de Arte inició la primera temporada de este año de la Orquesta Sinfónica del Estado de Puebla (OSEP), en esta ocasión se tuvo como director huésped al maestro Julio Briseño, un destacado músico mexicano de amplia trayectoria, que además de su trabajo como director orquestal, también ha figurado en su faceta como trombonista en importantes agrupaciones musicales de nuestro país, una de ellas la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.   Entre el repertorio de este primer concierto se rindió un homenaje al compositor alemán Richard Wagner (1813-1883), debido a que en este año se cumplen doscientos años de su nacimiento, uno de los más célebres compositores de ópera de todos los tiempos, cuya obra representó un gran legado dentro de este género (con sus aportaciones e innovaciones en el mismo) al que llegó a considerar como “una obra de arte total”; y es que Wagner fue un artista muy ambicioso en sus concepciones operísticas, de ahí que sean complejas tanto para los intérpretes como para el mismo público que no esté acostumbrado a las mismas. Así pues, de Wagner se interpretó la obertura de su ópera Los Maestros Cantores de Nüremberg (1868), una de sus más bellas oberturas operísticas que por sí misma suele interpretarse de manera aislada en conciertos, que destaca por su brillantez de principio a fin, así como la pujanza de su discurso idealista manifestado en su excelsa orquestación. Aunque se trate sólo de una obertura, para la OSEP –en consideración de Briseño- representó un reto el interpretar esta obra wagneriana, justo por la dificultad que entraña la ejecución de la música de este autor. Del compositor norteamericano Samuel Barber (1910-1981) se ejecutó su Adagio para cuerdas (1936), obra de gran recogimiento y profunda belleza melancólica, que la han hecho famosa, así como a su autor reconocido por la misma. Su característica atmósfera fue transmitida por la OSEP al público, que lo mantuvo en recogido silencio bajo los sólidos muros de este sobrio recinto colonial. Y como colofón se interpretó la Octava Sinfonía del compositor bohemio Antonin Dvorak (1841-1904), una de sus sinfonías más bellas sin duda, que algunos han considerado como la mejor, incluso por encima de la misma Novena Sinfonía (cuestión de gustos y opiniones muy respetables, claro está). En esta versión fue evidente el buen trabajo de dirección de Julio Briseño, quien obtuvo un buen balance de todas las secciones de la orquesta, así como al manifestar el carácter propio de esta sinfonía, con su lenguaje nacionalista, pastoral, que nos evoca las danzas y paisajes de la patria del compositor, con un sorprendente lirismo y colorido orquestal único. Destacó también, de manera particular, la sección de violonchelos (como en el caso elocuente del cuarto movimiento) que en esta sinfonía se distinguen por la expresividad melódica de los mismos. Fue esta una grata y reconfortante lectura de esta joya sinfónica que se tuvo la oportunidad de escuchar en esta ciudad, llevada de la mano del maestro Julio Briseño, con su experiencia y musicalidad propia que se hizo patente en este concierto, lo cual ha sido un buen inicio de temporada de la OSEP.
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