Adriana Cao Romero, Gisela Farías, Raquel Palacios Vega y Gemaly Padua compartieron sus inicios dentro de la expresión musical Redacción Integrantes de grupos como Caña Dulce, Caña Brava, Son de madera, Los cultivadores del son o Mono Blanco tienen entre sus miembros a mujeres que con instrumentos como la jarana o el arpa dan vida al son jarocho en nuestro país. Adriana Cao Romero, Gisela Farías, Raquel Palacios Vega, y Gemaly Padua, cuatro mujeres inmiscuidas en el son jarocho por influencia de sus familiares, compartieron anécdotas de cómo aprendieron a tocar instrumentos y su esfuerzo por sobresalir en el género musical en el Tercer Encuentro de Son Jarocho. Fiesta de las Jaranas y las Tarimas, que tuvo lugar en el Centro Nacional de las Artes (Canart). La productora de Radio Educación, Graciela Ramírez, aseguró que en últimos años las mujeres tienen un rol más protagónico en el son jarocho pues expuso que ellas se han abocado a promover esta expresión musical. “Hace 35 años la presencia de las mujeres en el son jarocho estaba relegada al zapateado, algunos grupos tenían como integrante sólo a una mujer, ahora ellas ya tocan instrumentos y cantan, existen grupos integrados sólo de mujeres, sacan discos. Ya son una parte importante y vital del son jarocho” y agregó: “Somos un mundo de hombres y de mujeres, pero debemos buscar que haya un equilibrio para ambos, que seamos complementarios”. Gemali Padua Gemali Padua, dijo que con el son jarocho se adentró a la historia de su familia. “A mí me gustó bailar mucho. A los 13 años me regalaron una jarana, poco a poco aprendí, ahora prácticamente a diario vamos (con un grupo) a tocar a las comunidades, con las que comparte una tradición”. Agregó que el papel de la mujer dentro del son jarocho va más allá de lo musical. “No podría ver como separado a las bailadoras o a las cantadoras, porque si se aparta pierde fuerza el son, ésta es una música que llena, cuando la escuchas y la sientes es porque todo está conectado, se aprenden muchos valores, eso es lo que trato de seguir compartiendo”. Gisela Farías Integrante del grupo Mono Blanco, Gisela Farías compartió que sus tías y abuela participaron de forma activa en los fandangos y aseguró que las mujeres de su tradición fueron fuertes, trabajadoras, alegres y capaces de salir adelante. “El son jarocho cambió mi vida y la de mi familia, le dio fuerza a nuestra identidad y me dio espacio para expresarme y desarrollarme artísticamente. Empecé hace 18 años y ha sido un largo camino de aprendizajes, nutriéndome de la cultura de mi tierra, retomando valores perdidos”, afirmó. Farías explicó que le gusta tocar la jarana porque le permite hacer ritmos y la conecta con otras partes de México, con el Caribe, África, y le sirve para expresar el canto profundo. “Me gusta el son porque es un género para cantar poesía, porque es para un ritual colectivo, es multigeneracional, y permite realizar sueños, porque es una forma de vida”, señaló. Dijo sentirse orgullosa de formar parte del llamado movimiento jaranero y confesó que su madre no quería que se dedicara a tocar el son jarocho. “Me decían que eso no era cosa de mujeres, en general hay una actitud negativa de los padres hacia los hijos, ni se diga a las hijas, que quieran dedicarse a la música. En esa época al son se veía como algo que tocaban hombres aficionados al alcohol”. Adriana Cao Romero Como parte del grupo Caña Dulce, Caña Brava, Adriana Cao Romero mencionó que lo que las mujeres han aportado al son jarocho es una voz y sentimiento diferente. “Ahora que han pasado años y tenemos un grupo conformado en su mayoría por mujeres nos interesa decir otros versos, cosas que le podría decir a un hombre. Uno tiene que hacer un aporte real, en muchos aspectos no sólo en el canto”. Al recordar que fue un interés natural el aprender a tocar el arpa, reconoció que la participación de las mujeres para ejecutar el son jarocho ha aumentado lo que dijo es bueno y positivo “siempre y cuando” se haga bien y con responsabilidad. Raquel Palacios Vega Raquel Palacios Vega compartió que agarró la jarana por primera vez a los 14 años y que aprendió a tocarla de oídas al tiempo que su madre Victoria Vega Hernández cantaba. “Ella me ayudaba con su voz a ir sacando los sones”. La nieta de Andrés Vega, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, considerado el gran decano del son jarocho, dijo sentirse muy honrada y afortunada de pertenecer a una magnífica familia sobre todo a la tradición del son jarocho que los representa. “Son nuestras raíces, nos identificamos y trato de llevarla lo más respetuosamente posible, apegándome a la tradición”. |