Profundiza Sánchez Clelo en el detalle

El autor poblano de Un reflejo en la penumbra ha trabajado su obra desde el cuento breve

Que "lo que se cuenta no sea todo lo que hay que decir" es un aspecto que resalta Fernando Sánchez Clelo, pues el simbolismo detrás de la ficción breve provoca que el lector pueda encontrar su propia interpretación de un relato, sentirse identificado y hallar un significado.

El autor, editor y antologador se ha enfocado principalmente en el género breve, por lo que, en entrevista con El Popular, diario imparcial de Puebla, comentó cuáles son los motivos que lo llevan a acercarse a este género literario y las emociones que provocan sus relatos.

 

Frente al auge que tiene la ficción breve en el país, ¿por qué crees que los microrrelatoscrean fascinación?

-Creo que tiene distintas vertientes, quizá porque es un concepto que encierra muchos tipos de textos y eso logra que diversos públicos puedan acercarse a la minificción. A quien le gusta la narrativa elige el minicuento, a quien le gusta la poesía están las greguerías, si alguien le gusta lo novedoso están las minificciones posmodernas. Creo que es por eso que logra atraer la atención de muchos tipos de lectores, porque para todos hay algo que pueden encontrar, con lo que se pueden identificar, por lo tanto, se sienten atraídos hacia ella.

 

¿Crees que esté relacionado con la rapidez de la sociedad actual, de lo inmediato, de leer algo rápido?

-Creo que un lector encuentra el tiempo para leer. Quizá para alguien que no está habituado en la literatura y se encuentra un texto que puede leer tan rápido se siente atraído hacia ellos. Yo lo he vivido, de personas que te dicen: "terminé de leer un libro de minificciones". No estoy diciendo que porque no sea una gran cantidad no sea un libro valioso, al contrario, precisamente porque son tan simbólicos los textos es que puedes encontrar muchos significados, el tiempo que te llevas leyendo una novela quizá lo puedes emplear para reflexionar, encontrar muchísimas interpretaciones que además van variando con el tiempo. Así es la literatura en general, pero en la minificción es mucho más palpable.

 

¿Por qué eliges la brevedad?

-Eso es algo que yo también me he preguntado, no tendría una respuesta muy clara, pero quizá pueda ayudar lo que me comentó una amiga. Me decía que la minificción es como yo, cuando ella leyó un libro mío me dijo: "Puedes escribir así porque tú eres de pocas palabras y eres conciso". Entonces no sé qué tanto tenga que ver la personalidad de la gente, no sé si tenga algo de cierto esa declaración; sin embargo, la creo muy certera. Yo de verdad soy de pocas palabras, hablo muy poco, siento que lo que voy a decir no es interesante y por eso solamente hablo en el momento que puedo aportar algo. Así es la minificción: es muy breve, es concisa y va al punto, no se pierde en detalles.

 

Comentabas que hay momentos en los que te sientes más perceptivo para escribir, ¿qué emociones son las que te provocan sentirte así?

-A veces es porque yo me plantee un proyecto, a veces es porque hay algo importante que creo que hay que tratar. En este momento puedo decirte que tengo un proyecto de greguerías con el tema de animales (…), eso en este momento me tiene mucho más sensible, entonces estoy tratando de ver páginas de animales, tratando de ver libros, de ver canales que tienen que ver con animales, porque así me sensibilizo y puedo llegar a crear algo. Otras veces creo que hay algo importante que tratar: la violencia en el país, problemas en la educación, los feminicidios, o sea temas que nos conciernen a todos y, por lo tanto, siento cierta necesidad de querer decir algo y entonces me vuelvo otra vez sensible a ver qué sucede, en qué momento puedo proyectar algo simbólico de esto que está sucediendo en un texto.

 

Sin importar la extensión, tanto un cuento, una novela o una minificción tienen su complejidad, ¿cómo logras unir la complejidad con lo breve?

-Yo pensaría que es a través de símbolos. Por ejemplo, un manazo de un señor a una mujer en un café se vuelve simbólico, el que un niño patee a un perro es simbólico, que un soldado dispare a un revolucionario podría ser simbólico hasta para cierta etapa del país. Creo que son esos detalles los que voy buscando para poder darle profundidad al texto, que no solamente se quede en la apariencia, en el chiste, sino que se trate de un humor negro, que la gente pueda encontrar algo dentro de ella. Para mí eso le otorga el valor literario, el que lo que se cuenta no sea todo lo que hay que decir, sino que el lector pueda profundizar en ello y cada lector pueda darle una interpretación muy distinta a una misma minificción.

 

¿Qué encuentra el lector en tus relatos?

-Son muy variados, en algunos casos sé que es humor, en otros casos sé que es humor negro, algo que duele leer, en otros casos pienso que hay más contenido que forma, y lo que más me interesa es que el lector sienta que hay algo más, que tiene profundidad, que tiene contenido, que lo puede pensar(...), que el lector se sienta reflejado, que se pueda encontrar él mismo en los personajes, en las acciones que van sucediendo y que pueda decir:"Sí, esto a mí me ha pasado. Sí, esto está sucediendo en el país. Sí, esto está sucediendo en mi calle".

 

En el supuesto de que pudieras verte desde fuera, si no lo hubieras escrito tú, ¿qué libro tuyo recomendarías?

-No sé, quizás el de cuentos No se acaban las calles, me gustó mucho escribir ese libro, fue divertidísimo, yo mismo me reía a veces de lo que salía porque también lo pensé bajo la idea de que algunas personas dicen que la vida es una sucesión de eventos importantes que se van hilando. Recuerdo que cuando escuché eso dije:"Qué pasaría entre cada uno de esos eventos, qué pasa con la vida cotidiana, qué pasa con la vida diaria a partir de esa idea", pero ya está agotado (risas).

 

Obra del autor:

2004 No es nada vivir.

2008 Cuentomancia.

2011 No se acaban las calles.

2016 Un reflejo en la penumbra.

 

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