Frida Kahlo: una vida fracturada

La artista es una de las más destacadas dentro de la cultura mexicana y la que más proyección tiene a nivel mundial

Más que conmemorar el 65 aniversario luctuoso de Frida Kahlo, sin duda una de las mujeres con mayor influencia en la cultura mexicana, es conveniente analizar el impacto lucrativo que su imagen ha adquirido a través de los años.

Y es que al igual que Zapata, el Che Guevara y La catrina de Posadas, la pintora ocupa el primer lugar dentro de la lista de los productos culturales más vendidos y exportados de México.

La sobreexplotación de su imagen divaga por cosas tan simples como monumentales. Tal es el caso de la reciente exposición Los colores de Frida Kahlo en el Zócalo de la Ciudad de México, que no versó sobre su obra pictórica sino sobre la Gran Frida, su personalidad y su influencia en la cultura visual. Lo que más llamó la atención fue una monumental Frida, recostada y rodeada de flores que rememora una de sus últimas obras, El sueño (La cama) de 1940. Este poder de la fridamanía es algo que ningún artista pudo imaginar.

El fenómeno Frida Kahlo es algo muy bien pensado, equiparable comercialmente a lo que hacen los japoneses con su Hello Kitty: el producto es un mercado y una marca en sí; por ejemplo, el rostro de Frida o las imágenes alusivas a ella se pueden ver en todo tipo de mercancías que van desde cuadernos, camisetas, ropa interior y toallas femeninas, por decir lo menos. Lo curioso de este fenómeno es que ha alcanzado el dominio global. Y más curioso aún, que mucha de la utilización de su imagen difiere con los ideales de la pintora.

Caer lento, desgajarse…

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón nació en Coyoacán el 6 de julio de 1907 y murió el 13 del mismo mes en 1954. Su vida estuvo marcada por el sufrimiento físico; primero por contraer poliomielitis, el accidente que la hizo someterse a 32 cirugías, los abortos que fueron una constante, depender de una silla de ruedas y, finalmente, con la amputación parcial de su pierna derecha. A pesar de esos dolores físicos, existió uno existencial que marcó de por vida su personalidad y su obra, que la hizo sufrir de tal mal manera que ella lo sentía superior a los padecimientos físicos: ese dolor se llamaba Diego Rivera.

La artista contrajo matrimonio con el pintor el 21 de agosto de 1929. Su relación era libre, y a pesar de estar casados se permitieron, además del amor, tener aventuras con otras personas, situación que terminó mal cuando ella se enteró de la infidelidad de Diego con su hermana Cristina. La relación creó un vínculo creativo, odio, un divorcio en 1939 y un segundo matrimonio un año después.

 "Diego, sufrí dos accidentes graves en mi vida: uno en el cual un autobús me arrolló y el otro fuiste tú. Tú eres de lejos el peor," escribió con amargura a su esposo.

Las banderas rotas: obra y feminismo

Sus temas casi siempre fueron el gusto por el arte popular mexicano indígena, los autorretratos, el sueño y el cuerpo fracturado. Aunque artistas de su época la etiquetaban como "surrealista", la pintora no se consideraba adscrita a esta corriente estética, pues su obra seguía más el camino de la pesadilla que del sueño.

Reconocida por su espíritu revolucionario, por su militancia en el Partido Comunista Mexicano, luchó por los derechos de las mujeres, por lo que se convirtió pronto en una bandera del feminismo. Sin embargo, esta imagen independiente y rebelde se enturbia cuando vemos la relación conflictiva, codependiente y violenta que tuvo con Diego, porque no sólo fueron las infidelidades, sino el maltrato psicológico lo que marcó ese paradójico "gran amor", que para el historial del feminismo contemporáneo sería una mancha contradictoria y hasta reprobable.

 

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