Viernes 02 Agosto 2019

Con frac negro y zapatos lustrados, se presentó al escenario un hombre de piel morena y cabello rizado, que pronto haría rizar la piel de todos los presentes.

Abarrotados en el teatro Luis Cabrera que se sitúa en el interior de la Casa de la Cultura "Pedro Angel Palou", los poblanos esperaban con ansias el recital de nombre Maya, que estaría a cargo del carismático Rabindranath Bonilla.

El maestro de las teclas, originario de San Martín Texmelucan, Puebla, comenzó con una presentación poco menos que modesta, para glorificar los más de 40 años de trayectoria que le respaldan. Y no es para menos, pues en estos años ha dejado el nombre de Puebla en alto en múltiples ocasiones.

Entre aplausos y ovaciones, el concierto dio comienzó con las composiciones de Rutherford y Heins, interpretadas con tal cadencia que podían escucharse los amplios suspiros del maestro entre cada compás, para tomar aire y agarrar vuelo nuevamente.

Así, entre sones y canciones, corría el concierto, enérgico y vigoroso, con melodías que agitaban el corazón y elevaban el pulso. Desde la primera hasta la última tecla del piano al centro del escenario, fueron más que acariciadas golpeadas con un ímpetu de gloria musical.

Sin anuncio llegó Bésame mucho, con la sensualidad que lo distingue, haciendo vibrar el corazón de los enamorados y cantar en voz de los soñadores.

Bañado en sudor, remató la última pieza y agradeció la presencia del público, que sin duda alguna aplaudió de pie. Rabindranath Bonilla se retiró no sin la promesa de una próxima presentación de órgano con piezas del compositor Johann Sebastian Bach, en el mismo recinto poblano, al que consideró como una de sus casas.

El testimonio

En un diálogo con El Popular, diario imparcial de Puebla, Rabindranath Bonilla explicó que el nombre del concierto, lo atribuye a una palabra de origen hindú, que significa ilusión, haciendo referencia a la transición por la que pasaron los presentes en el concierto.

"El concierto manejó cuatro estados emocionales del ser humano, en donde nos llevó a soñar, a tener pesadillas, a tener dulces sueños y a donde no distinguíamos en qué momento nos íbamos de la realidad."

Añadió que el gusto por tocarlo adquirió gracias a la herencia de sus abuelos, siendo su abuelo materno violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional, por lo que desde niño, se incursionó en la música, recibiendo la oportunidad de especializarse hasta hoy.

"Toco para ser yo, para expresar lo que siento y expresarlo al exterior; por medio de sonidos y tiempo."