Muere el escritor Juan Marsé

El español, fue autor de grandes obras como Últimas tardes con Teresa entre otras, tenía 87 años y ganó el Premio Cervantes en el año 2008.

El escritor Juan Marsé murió en la madrugada a los 87 años en el Hospital de Sant Pau. Juan Marsé (Barcelona, 1933-2020). Crecido en el barrio barcelonés del Guinardó, alimentó sus novelas de memoria, ese “paraíso del que nadie puede expulsarte”.

En 1965 ganó el premio Biblioteca Breve por Últimas tardes con Teresa tenía muchas cosas que contar. Cuando Seix Barral reeditó Últimas tardes con Teresa escribió el prólogo Arturo Pérez Reverte:

“Cuarenta y tres años después, la novela sigue tan fresca como cuando fue escrita. Ni siquiera los imbéciles que entonces perdonaron a regañadientes la vida a su autor, los resentidos o los parásitos que viven de explicar cómo escribirían ellos -si quisieran- los libros que escriben otros, se atreven ya a discutir que Manolo Reyes, alias Pijoaparte, es uno de los personajes mejor trazados en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX”.

Ser aprendiz de joyero legó una concepción artesanal de la escritura y el lema que presidía su escritorio:

“El esmero es la única convicción moral del escritor”.

Los años sesenta tienen nombres: el editor Barral, empeñado en hacer de él un “escritor obrero” y los poetas Gabriel Ferrater y Gil de Biedma: dos partidarios de la felicidad con sabor a ginebra. Pese a algunas lecturas marxistoides de la gauche divine, el Pijoaparte no encarnaba intencionalidad política.

Superar la censura en aquellos tiempos resultaba más duro que escribir; el sexo asustaba más que el antifranquismo. Robles Piquer le sugirió a Marsé que cambiara la palabra “muslo” por “antepierna”.

Premio Juan Rulfo

Tras recibir el premio Juan Rulfo en México por Si te dicen que caí y ganar el Planeta con La muchacha de las bragas de oro, Marsé retomó su nomenclátor de la memoria en Un día volveré (1982). Un viejo luchador del maquis, pintor, exboxeador y atracador de bancos y meublés retorna al barrio tras cumplir condena en las cárceles franquistas. La voz de los perdedores, frente a la retórica oficial. Su Ronda del Guinardó transita sobre adoquines:

“En las puertas de los colmados se escalonaban las cajas de frutas y verduras, invadiendo la acera. Odiaba este barrio de sombrías tabernas y claras droguerías, de zapateros remendones agazapados en oscuros zaguanes y porterías, y de pequeños talleres ronroneando en sótanos, soltando a todas horas su cantinela de fresadoras y sierras mecánicas”.

En los últimos años, mientras lidiaba con los problemas de salud -cardiológicos y renales-, Marsé no pudo escribir todo cuanto quería. En 2012, Joaquim Roglan había vindicado en la antología Periodismo perdido al Marsé más desconocido en las revistas Arcinema, Don, Bocaccio, Por Favor o su memorable sección Señoras y señores en El País.

En 2017, Ignacio Echevarría reunió en Colección particular nueve relatos hasta ahora dispersos, que constituyen, en palabras del antólogo. Escribir, para Marsé, implicaba una perpetua autoexigencia, “una faena de ida y vuelta, con mucho lápiz de por medio”. Nuestro escritor prefería “fracasar bien, fracasar mejor” al éxito facilón.

El mundillo literario se le antojaba obsceno: por eso jamás confundió la literatura con la vida literaria. Los intelectuales le producían alergia: “Cuando juntas más de cuatro es un peligro”. Ante los espejismos de la fama, recomendaba, “tener siempre preparado un no”. Los más grandes son así. Sus libros, inmunes al olvido, nos acompañarán siempre.


 

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