A seis meses del primer deceso en Brasil por COVID-19, comienza leve desaceleración
El país se mantiene con casi mil muertos por día desde finales de mayo, pero prácticamente todos los estados comenzaron con su plan de desescalada.
Brasil, el segundo país con más muertos por COVID-19 en el mundo después de Estados Unidos, tras superar los 130.000 fallecidos, completó este sábado seis meses desde que registró la primera víctima de la enfermedad con datos que indican una ligera desaceleración de la pandemia en el país.
El gigante suramericano, también la tercera nación con mayor número de casos confirmados (casi 4,3 millones), detrás de Estados Unidos e India, pasó los primeros seis meses de la pandemia en medio de una cruenta disputa ideológica en la que no hubo treguas ni aproximación de los actores políticos en pro de la salud.
FALTA DE UNIDAD ANTE LA CRISIS
El presidente Jair Bolsonaro, uno de los líderes mundiales más escépticos frente a la gravedad de la pandemia y que llegó a llamar al nuevo coronavirus como "gripecita", estuvo empeñado en contrariar las medidas más rigurosas de aislamiento social y se opuso a las cuarentenas, a pesar de ser el primero en advertir los riesgos.
En febrero, antes del Carnaval, Bolsonaro hizo mención al inminente riesgo de que el patógeno llegara a Brasil y con la repatriación de los brasileños que estaban confinados en China declaró al país en estado de emergencia, un estatus que permitió la rápida liberación de recursos para atender la calamidad sanitaria.
A finales de ese mes se confirmó el primer caso de contagio, con un paciente de sexo masculino de Sao Paulo que había viajado a Italia.
Semanas después se presentó la primera muerte y las autoridades sanitarias manejaron por muchos meses la que se registró el 16 de marzo con un hombre, también en Sao Paulo, pero luego se determinó que el primer deceso ocurrió cuatro días antes, igualmente en la misma ciudad, pero de una mujer de 57 años.
A partir de esa confirmación, las medidas de confinamiento fueron adoptadas por las autoridades locales, pero Bolsonaro intentó impedir la rigurosidad del aislamiento social, actitud que fue vetada por la Corte Suprema y la función fue delegada a los gobernadores y alcaldes, lo que desató también una disputa política.
Mientras los Gobiernos locales buscaban contener el avance del COVID-19 para equiparse y poder enfrentar la aceleración inevitable de la pandemia, Bolsonaro insistía en criticar las medidas y defender la economía, fuertemente golpeada con las restricciones de movilidad, principalmente los sectores turístico y comercial.
El embate ideológico llevó también a la salida del ministro de Salud, el ortopedista Luiz Henrique Mandetta, y de su sucesor, el oncólogo Nelson Teich, quienes discreparon con el mandatario por la defensa del jefe de Estado de protocolos médicos como el del tratamiento de la enfermedad con cloroquina.
Bolsonaro, que junto a su esposa y dos de sus cinco hijos, al igual que varios de sus ministros y 13 de los 27 gobernadores, fue contagiado por el nuevo coronavirus, es un acérrimo defensor del uso de la cloroquina, un antipalúdico cuya eficacia para el tratamiento de la pandemia no ha sido comprobada científicamente.
El gobernante tampoco dio ejemplo durante los picos más altos de la pandemia y, antes de ser infectado, fueron más las veces en las que no usó máscara ni practicó el distanciamiento recomendado en actos o visitas públicas que suele realizar casi a diario y en las que acostumbra saludar, aproximarse y hasta besar a sus partidarios.
DESESCALADA SIN UNA ACENTUADA DESACELERACIÓN
A pesar de una tímida desaceleración, que más parece señal de estabilidad y mantiene al país con elevado número de casi 1.000 muertos por día desde finales de mayo, prácticamente todos los estados comenzaron con su plan de desescalada.
El retorno gradual de actividades, con reapertura del comercio, restaurantes, museos y algunos eventos públicos con un limitado número de personas, se viene acentuando en los últimos días, incluso con aglomeraciones en playas y bares que contrastan con las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
Ahora la apuesta firme del país es en las vacunas y para ello el Gobierno federal y varios regionales ya establecieron acuerdos internacionales para probar, producir y comercializar las diferentes iniciativas inmunológicas que están siendo desarrolladas en el Reino Unido, China, Rusia, Estados Unidos y Alemania. |