Miércoles 02 Noviembre 2016

Alegría y tristeza, llanto risas, son parte del ambiente que se vive el 1 de noviembre en San Gabriel Chilac, el aroma de copal y los caminos de flores muestran el camino a las almas de los fieles difuntos, las cuales son esperadas con ansias por sus familiares, quienes aprovechan la ocasión para reunirse y convivir.

Aunque en la mayoría de las casas se coloca una ofrenda para los difuntos, la colocación de una ofrenda para quienes fallecieron en el año anterior a la fecha celebrada es mucho más especial, en esos casos no sólo la familia, sino también los amigos y los compadres acuden a solidarizarse con los deudos del difunto.

La entrega de ceras adornadas es una tradición que, aunque costosa porque una sola cera puede valer hasta 800 pesos o más, sigue vigente y su intención es proporcionar luz al alma del difunto.

En la casa de doña Aída Ruíz Martínez esperan la visita de su esposo, Adolfo Miguel Martínez Miramontes, los compadres acuden a dejar la cera, además del adorno de flores que lleva el nombre del fallecido. "Es para darle una lucecita al compadrito", comentaron.

Don Adolfo falleció hace dos meses, hoy sus hijos ayudan en la colocación del altar, además de las ceras que se reciben de parte de amigos y compadres, cada uno de los hijos aportan una cera, la ofrenda se coloca al amanecer del 1 de noviembre y debe estar lista antes del mediodía.

La tradición marca que justo a las 12 horas las almas llegan a sus hogares, por lo que el camino de flor de cempasúchil no puede faltar, va desde la entrada del domicilio hasta el punto donde se encuentre el altar; justo al mediodía se escucha el estallido de cohetes, señal de que las almas de los difuntos han llegado.

En casa de Paula Méndez Méndez, apuran las labores, en la cocina las mujeres de la familia no se puede perder un minuto, el mole debe estar antes de las 14 horas; aunque reciben las almas de sus difuntos al mediodía, es hasta las 14 horas que se sirven los platos de mole en el altar, es cuando la mayoría de los familiares llegan a comer.

El altar de Paula Méndez es grande pues ofrenda a dos personas, su hijo Ángel Mora Méndez y su marido Rodrigo Mora Méndez, quienes fallecieron en meses pasados; aunque la entrevistada reconoció que poder mantener la tradición es costoso, no podría dejar de hacerlo.

Mencionó que en este primer año en que le toca ofrendar a su esposo e hijo, gastó un promedio de 7 mil pesos, las ceras se las regalaron sus compadres y amigos; pero no se arrepiente, porque para ella es importante sentirlos cerca aunque sea por unas horas, porque en su mente y en su corazón viven siempre.

En la casa del Titín, Agustín Espinoza Zarate, quien falleció hace ocho meses a los 21 años de edad, su madre Sandra Zarate sonríe porque están listos para recibir a su "negro", como ella le decía, pero en cuanto empieza a hablar de su hijo se le quiebra la voz y no puede evitar las lágrimas ."Es que es muy reciente, ustedes disculpen".

"Mi Titín, mi negro, mi hermoso, él sabe que lo amo y que lo estábamos esperando", afirmó y dijo que toda la familia participó en la elaboración de la ofrenda, porque es importante esperarlo en un ambiente de fiesta y alegría; aunque sea doloroso pensar que físicamente ya no está.

Mencionó que en el altar se pone todo lo que a él le gustaba, pero no sólo la comida, Titín amaba el futbol, así que se puso la playera que usaba cuando jugaba. De fondo se escuchaba la música de Alfredo Ríos, El Komander, la familia coincide en que eso también le gustaba y eso debe recibir ahora que ha regresado.

Cada persona que llega al hogar acude al altar, debe tomar el sahumerio y ahumar el lugar con copal, mientras se le dedican unas palabras al difunto, muchas veces en náhuatl, la cual es la lengua que se habla en San Gabriel Chilac; asimismo, se les reza y en los distintos domicilios es común escuchar los rosarios.

En algunas casas los altares no son tan grandes, pero igual son montados con mucha alegría por la llegada de los difuntos, lo importante, coinciden los chilatecos, es conservar la tradición que les ha dado identidad por décadas; los entrevistados expresaron que aprendieron a recibir las almas de sus parientes de sus antepasados y eso se les inculca a las nuevas generaciones, no porque se les diga, sino porque lo viven.

Mencionan que alguna ofrendas son pagadas por personas que están lejos de Chilac, algunos tratan de conservar la tradición y envían el dinero a algún familiar que monta el altar en su casa, esas ofrendas son grandes porque varios hermanos están lejos, pero no olvidan que las almas de sus difuntos llegan cada 1 de noviembre, así que procuran lo necesario para que encuentren todo lo que les gustaba en vida.