Lunes 13 Marzo 2017

Un menor de edad de 13 años, originario de Honduras, llegó a Tecamachalco luego de que hace un mes salió de su tierra natal en busca del llamado sueño americano. Sus padres, cansados de la inseguridad y la pobreza que se vive en aquel país, se vieron obligados a tomar una mochila y sus documentos oficiales para cruzar México por tren o autobús para llegar a Estados Unidos.

La familia de Brayan llegó a Guatemala por un guía que los ayudo a cruzar la línea fronteriza, la cual atravesaron con la cámara de una llanta de camión. El menor señaló que la situación en su país es complicada, ya que hay enfrentamientos entre bandas, las cuales roban las pocas pertenecías de familias de bajos recursos como la suya; asimismo, antes de emprender el viaje, conocieron decenas de migrantes de países vecinos como El Salvador y Guatemala.

En Tapachula, Chiapas, antes de poder abordar los vagones del tren fueron asaltados, razón por la cual Brayan pensó que acabaría su travesía por el sueño americano. A sus 13 años subió acompañado de sus padres y su hermana de apenas 3 años edad a los vagones; el trayecto se convirtió en una pesadilla por el viento, las temperaturas extremas y el miedo al caer del tren en movimiento.

Cuando llegaron a Veracruz, fueron obligados a bajar del tren; al recorrer Orizaba, se dividió el grupo de migrantes y cada quien buscó la forma de volver a subir al vagón. Así, al llegar a Cañada Morelos, el transporte tomó dos caminos, uno a Tehuacán y el otro a Puebla.

La travesía en Puebla

En Cañada Morelos, la familia de Brayan llegó a una población conocida como Esperanza, subieron a un autobús que los llevó a Ciudad Serdán, en donde el padre de Brayan, Noé, consiguió un trabajo de jardinería al acercarse a una casa para pedir dinero y comprar leche para su pequeña hija Gloria.

Al continuar su camino, llegaron en autobús a Palmar de Bravo y tras caminar por campos de cultivo, su camino los condujo hasta la población de San Miguel Xaltepec. Ahí, Brayan buscó la forma de generar dinero para continuar el viaje hasta Estados Unidos. Al final, llegaron la noche del sábado 11 de marzo a Tecamachalco, donde la lluvia y el viento los obligó a buscar un lugar en donde pasar la noche.

Foto: Karen Rojas

La familia pasó la noche entre la basura acumulada en un vagón abandonado; por la mañana del domingo, Brayan y Noé salieron en busca de comida y trabajo; no obstante, no pidieron dinero a la gente, porque cuando lo hicieron en Veracruz, les decían que se pusiera a trabajar y no a engañar a las personas.

En entrevista, Brayan se dijo consciente de que en cualquier momento puede acabar su viaje por el sueño americano, ya que durante el camino vio como los migrantes caen del tren y pierden la vida al ser arrollados; incluso, relató haber conoció a un joven llamado Juanito, quien provenía de El Salvador, y que en una zona boscosa de Chiapas, resbaló y cayó del vagón donde viajaban con decenas de migrantes centroamericanos.

La mañana de ayer, Brayan esperó en Tecamachalco a unas personas que lo recogerían en el parque del centro de la ciudad, ya que le habían dado trabajo por un día y le regalarían ropa y comida; mientras, sus padres habían abordado el tren en la madrugada para esperarlo en Tepeaca, donde pasarían la noche.

Obligados a emigrar

La mayoría de los migrantes que cruzan por México para llegar a Estados Unidos son de El Salvador, Guatemala, Honduras o Nicaragua, y así como ellos, la familia de Brayan aprende durante el camino la historia de México, así como el himno nacional, por si son detenidos por las autoridades mexicanas.

Por último, Brayan comentó que no le importa viajar y sufrir si se trata de llegar a un lugar donde existe la esperanza de mejorar su calidad de Vida. La historia de los niños hondureños como Brayan es dolorosa, pues deben huir de su país por carecer de oportunidades, lo cual es un reflejo de la indefensión e incertidumbre en la que se encuentra la mayoría de la población por políticas gubernamentales que no combaten la pobreza, sin acciones concretas que les permita quedarse en su país y no verse obligados a huir.