Vive en Izúcar sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial
Nació el 18 de junio de 1927 en el centro de Alemania, su padre Carlos Frank Goerlich participó en la Primera y Segunda Guerra Mundial
IZÚCAR DE MATAMOROS - Irngard Elizabeth Wittnyk, mujer de nacionalidad alemana de 91 años de edad, hija de Carlos Frank Goelich y Ana Elizabeth Boehn, se encuentra hoy en el asilo La Divina Providencia, de Izúcar de Matamoros, pero conserva en su memoria recuerdos de una época difícil, la Segunda Guerra Mundial, episodio que la marcó y dio un rumbo distinto a su niñez. También puedes leer: Denuncian negligencia en Hospital General de Izúcar de Matamoros Con la memoria intacta y un sinfín de recuerdos vivos, Elizabeth relató por primera vez su experiencia de sobrevivir a la guerra y seguir adelante a pesar de todo, rescatando de la tragedia enseñanzas y valores. Nació el 18 de junio de 1927 en el centro de Alemania, su padre Carlos Frank Goerlich participó en la Primera y Segunda Guerra Mundial, pero fue en este segundo evento cuando vio como su padre y hermano eran enviados a laborar en un campo de concentración, dejando su casa sola, con su madre encargada de todas las labores. "Mi mamá hacia trabajos, ordeñaba vacas y en ocasiones cubría las necesidades más prioritarias" puntualizó. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, a los 11 años y junto con su hermana tres años mayor, fueron tomadas presas por un grupo de rusos por más de 10 años. Fue la última vez que tuvo acercamiento con su familia, jamás los volvió a ver y supone que habrán muerto en el conflicto bélico. Antes de ser atrapada, conoció y se enamoró de Erhard, anquen no estuvieron juntos mucho tiempo, pues también se lo llevaron y nunca volvió a saber de él. En su tiempo captiva, Elizabeth Wittnyk se dedicó a la costura, pero las obligaban a realizar otras tareas como cuidar los caballos, llevar carretas, arreglar caminos, entre otras cosas. Algo que comenta nunca podrá borrar es que los militares rusos abusaron sexualmente de ella y de las niñas que se encontraban recluidas. Sobre esto, la memoria la invadió, y con lágrimas en los ojos recordó cuando tenía 15 años y estaba tan flaca, que por un tiempo los soldados rusos ya no la molestaban, porque les gustaban más robustas, aunque eso no la salvaba de los trabajos pesados. Vida en EU y llegada a MéxicoEn 1955 tuvo la oportunidad de escapar a Estados Unidos de manera ilegal con su hermana, gracias a una familia de Suiza que les ofrecía trabajo en el país de América. Ahí vivió por más de 20 años como vendedora de una boutique, en las calles céntricas de Nueva York. En Estados Unidos, Irngard separó de su hermana, quien regresó a Alemania, puesto que a ella un sacerdote franciscano la invitó a trabajar de traductora en una escuela de huérfanos de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, México.
Fue en 1978, a la edad de 51 años, cuando arribó a nuestro país para impartir, durante más de un año, clases de lengua inglesa a los niños del instituto Nuestros Pequeños Hermanos y Hermanas, que pertenecía a jerarcas franciscanos. Todo marchaba bien para ella, pero nunca se imaginó que un trágico accidente cambiaría su vida otra vez: fue durante una visita por el estado de Coahuila que la acusaron injustamente de provocar un aparatoso accidente automovilístico, por el cual estuvo hospitalizada por varios años. Vida en AcatlánLuego de su recuperación y de haber dejado su trabajo, se mudó a una vecindad de la ciudad de Izúcar de Matamoros, en Puebla, donde trabajó como costurera durante los próximos 30 años; sin embargo, el terremoto del 19 de septiembre de 2017, provocó que perdiera gran parte de sus pertenencias. Las pocas cosas que logró salvar las guardó en un cuarto sin puerta, pero, sin darse cuenta, se las fueron quitando hasta que perdió todo. Personal del DIF municipal la trasladó a la estancia de día, debido a las afectaciones que tenía su casa; sin embargo, luego de un tiempo, al no contaba con familiares y estar sola, fue canalizada al asilo La Divina Providencia, donde dijo estar bien agradecida de que rescataran su amada máquina de coser. Ahora se encuentra un poco triste al enterarse que su hermana, con quien aún mantenía contacto, falleció y hoy en día ya no tiene familia, incluso dijo que tiene pocos amigos. En el asilo se siente bien atendida, aunque a veces se siente maltratada por algunos de sus compañeros, pues la observan de feas forma, algo que ella adjudica a que le gusta demasiado la limpieza y por eso la juzgan, incluso refirió que en una ocasión fue objeto de burlas cuando le dieron un pan para desayunar, pero uno de sus compañeros exclamó: "no le den pan, porque no tiene dientes". Agregó que con su vista casi nula, a veces se ha tropezado en las noches, pero estas malas experiencias ya no le influyen, pues luego de vivir la guerra, los abusos sexuales, trabajos en diferentes países y el choque automovilístico, ha optando mejor vivir los años que le queden de manera tranquila. Tras vivir tantos años sola, con abusos sexuales y no ser atendida psicológicamente, ha decidido mejor aislarse de quienes la rodean, y dibujándose una sonrisa en su boca balbucea, que tiene un antojo para la cena de Navidad, que es sabotear un rico jarro de chocolate con malvaviscos, justo el 24 de diciembre donde le gustaría que también le dieran la gran noticia de que alguna persona le cumpla su gran sueño que es operarse los ojos, ese sería el mayor regalo que la vida le diera en un ambiente navideño. |