Goyita, esperó en vano a su familia

Goyita, de casi 110 años de edad, había sido abandonada y olvidada por su familia, era ciega y le achacaban diversos dolores

Goyita, esperó en vano a su familia
Violeta SÁNCHEZ | Elizabeth, de 91 años, despide a su amiga Goyita. Goyita, esperó en vano a su familia

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Memorias del Crimen

En el asilo La Divina Providencia de Izúcar de Matamoros, los adultos mayores viven hasta sus últimos días con la esperanza de que algún familiar que las visite, tal fue el caso de Georgina o Goyita, como era conocida, albergada desde hace años atrás; ayer, fue velada sólo por sus compañeros de hogar, quienes por su avanzada edad apenas permanecieron unos minutos junto a ella, orando por su eterno descanso.

Goyita, de casi 110 años de edad, había sido abandonada y olvidada por su familia, era ciega y le achacaban diversos dolores; fue velada en un ataúd muy sencillo, de madera comprimida, ya que eso fue para lo único que les alcanzó a los encargados de este asilo.

Gregoria nació el 22 de mayo de 1909, según los datos que tenía recabados de ella; sin embargo, la encargada del asilo no contaba con más información, sólo mencionó que unas personas la dejaron en esta casa hogar sin ninguna explicación, nada más que con la ropa que vestía. En ese momento, la sumaron a la lista de las "abuelitas abandonadas". Desde entonces y hasta este 24 de diciembre, comía poco, no hablaba mucho y solía observaba a su alrededor, como queriendo grabarse en su memoria el lugar donde le acogieron y no la dejaron.

El pasado 25 de diciembre de 2018 falleció e inmediatamente se dio la noticia a los demás adultos mayores del asilo que Goyita iba a ser velada ese mismo día en una pequeña capilla que tiene la casa hogar.

La enfermera del lugar mencionó que tras su muerte, ninguna persona llegó a pedirla, por lo que el asilo tuvo que cubrir los gastos del funeral y por ello que piden la ayuda económica de la sociedad, para pagar lo que se debe.

Elizabeth, una señora alemana de 91 años, quien en alguna ocasión platicó sobre su trágica infancia a este periódico, fue compañera de dormitorio y una de las más cercanas de la hoy occisa, así como la única en estar las últimas horas cerca de su ataúd, recordando los pocos recuerdos que tenían ambas. 

"Todos pasamos por esto y tarde o temprano tenemos que morir. Me siento mal por Goyita, pero ella sufría mucho, y siento que también voy a terminar así", expresó Elizabeth.

Cerca de diez adultos mayores viven en el asilo sufriendo los estragos de la edad; algunos sólo esperan el día de su muerte, pues dicen ellos, que una nueva vida les espera después de dejar este mundo.