Don Juanito, el último maestro tahonero de la Sierra Norte

Hablamos de Juan Torres Amador, don Juanito, para los amigos, que resultan ser todos los que visitan su panadería artesanal

La Sierra Norte de Puebla alberga una inmensidad de riquezas y no hablamos de bienes materiales, que no son capaces de llenar el cuerpo y reconfortar el instinto glotón que todos, en algún momento, dejamos escapar para embriagar nuestros paladares.

Uno de esos mágicos tesoros se resguarda celosamente desde hace varias décadas en Huauchinago, se trata del último de los tahoneros de la parte norte de Puebla y probablemente el único que queda en este municipio, que se dedica a encantar miles de paladares.

Hablamos de Juan Torres Amador, don Juanito, para los amigos, que resultan ser todos los que visitan su panadería artesanal. Se trata de un hombre de 85 años, bajo de estatura, ojos pequeños y rasgados, pero de una inmensa entrega para el oficio que aprendió de joven y que ha desarrollado por 65 años con un ingrediente secreto que alberga en su alacena: el amor a su oficio.

Para don Juanito hacer pan es cosa seria, es disciplina y un ejercicio de constancia, eso queda demostrado en su agenda diaria, que inicia cuando apenas comienza a ser perceptible el azul del cielo serrano.

A las 6:00 horas llega a su panadería, un lugar pequeño con paredes de madera perfectamente combinada de manera natural con la luz amarilla del foco de 100 watts.

Ahí huele a harina, azúcar y leña; en el centro un mueble de madera grande y grueso hace las veces de mesa de trabajo y por las tardes de mostrador. Pegado a las paredes los anaqueles donde se colocan las charolas con las piezas de pan, en otro extremo bultos de harina que espera paciente su turno para ser transfigurada; atrás y conectado por una puertecilla la escena se corona con la presencia de un horno de piedra, cómplice que termina de dar cuerpo, color, olor y sabor al pan.

Don Juanito, el tahonero, es un hombre callado y es en ese pequeño mundo dentro del propio mundo de la cotidianeidad donde con toda calma y como si fuera un mago se le ve agregando montones de harina, huevos, levadura, azúcar y demás ingredientes que vivirán la experiencia de ser transformados por sus manos mágicas, llenas de años, de experiencia y sabor.

A los pocos minutos de iniciar con su labor comienzan a emerger las figuras de lo que más tarde será el festín de papilas gustativas dispuestas a entregarse ante unas humeantes empanadas de feite rellenas de jamón, piña, arroz con leche, hawaianas y pollo, aunque él mismo reconoce que también las conchitas y los ojos son imperdibles para sus clientes. Y es que a un precio de dos, cuatro o seis pesos es tan fácil desear probar una pieza de cada tipo.

Orgulloso de su oficio, a don Juanito le gusta que sus clientes y amigos sepan que en su establecimiento no se utiliza gas, menos máquinas, ni siquiera una batidora.

Todo se hace a mano como antes, como se debe hacer el buen pan. Además los ingredientes que son rellenos se hacen en casa y así todos tienen ese toque de hogar, esa esencia única que se ve y que se saborea como un apapacho. 

Para las 17:00 horas el horno ya fue alimentado con leña de la región y está listo para recibir en su seno las bicicletas de pastel con queso, los clásicos machetes, quesadillas de manteca rellenas de queso, conchas, arracadas y los cocoles rellenos de queso, que además se hacen con auténtica panela o piloncillo. Así el aroma comienza a esparcirse por la periferia del lugar, por la calle de tal forma que los que la perciben se embelesan.

Don Juanito es apoyado en todo momento por su hermano menor, Guillermo, quien a pesar de tener su propio empleo y ocupaciones comparte con su hermano el placer de consentir el paladar de las personas por lo que religiosamente acude a apoyarle en las labores de la panadería todas las tardes, principalmente con la venta.

Guillermo platica que a lo largo de más de seis décadas han sido miles de personas que han tenido la oportunidad de disfrutar estos manjares, incluso los sábados acuden muchos visitantes que se han llevado el pan por cajas a todas partes de la República y siempre que pueden regresan por más.

Así, con pasión y dedicación don Juanito, el último tahonero de Huauchinango, prepara delicioso pan en horno de piedra desde hace 65 años.

Si vienes a Huauchinango debes probarlo y sabrás de lo que te contamos.

Visítalo en Calle Rafael Cravioto #15 (al interior), colonia Centro.

  • URL copiada al portapapeles