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El madrazo se va a sentir hasta el lunes

El madrazo se va a sentir hasta el lunes
ESPERA El madrazo se va a sentir hasta el lunes

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Memorias del Crimen

Los habitantes tienen que esperar aventón de algún conocido para llegar a su vivienda; camionetas particulares les cobran 6 pesos por acercarlos a su destino, deben esperar por lo menos media hora Mario GALEANA  El camión los botó a la entrada de San Andrés Azumiatla, justo donde se ubica un grafiteado anuncio gubernamental que promociona la ampliación del sistema de agua potable de la junta auxiliar. Pero Nazario y Andrés iban más lejos, para ser exactos, 5 kilómetros más adelante. Se sentaron sobre unas piedras puestas a orillas de la carretera y esperaron. Uno traía gorra y el otro sombrero de palma, pero el sol era inmisericorde y caía sobre ellos por igual. Se limpiaron el sudor con unos trapos y esperaron impacientes a que alguna camioneta los llevara por 6 pesos al pueblo, la comunidad de Santa María Guadalupe Tecola. Habían recorrido el mismo camino en la mañana, sólo que de ida, cuando se levantaron mientras los gallos cantaban y el cielo permanecía oscuro a causa del cambio de Horario de Verano. Se vistieron, tomaron sus morrales, unas cuantas bolsas y se dirigieron a la salida de Guadalupe Tecola, donde se encontraron y comenzaron a conversar. Piden aventón Las camionetas que el día anterior los habían llevado de Azumiatla al pueblo por 6 pesos no estaban. Sabían que la Línea 2 de la Red Urbana de Transporte Articulado (RUTA) habíaeliminado casi todos los camiones que los podrían llevar del pueblo a la capital, a excepciónde uno, por locual se resignaron y enfilaron a pie hacia la carretera, mientras el frío aire de la mañana les rebanaba las mejillas y la nariz. Según sus cálculos, habrían de llegar a la entrada de Azumiatla a las 7:30 horas, pero 20 minutos después de haber empezado a caminar hacia ella, una camioneta conocida se detuvo delante de ellos y les dio un aventón. Tras poco más de 5 minutos de recorrido, su amigo los bajó ahí mismo, donde seis horas después alguno de los pocos Galgos del Sur a los que se les permitió continuar funcionando, los botó. Sentados en las piedras, comenzaron a contar qué tan bien les había ido en el día. Para Nazario no podía ser mejor, había logrado conseguir 100 pesos vendiendo hilos de costura en Tlaxcalancingo, y alcanzar tal monto se traducía en una buena venta y un buen día. Con los 100 pesos diarios tiene que alcanzar, explica, para mantener a sus hijos -dos jóvenes de 17 y 18 años, y un pequeño de 5-, y a su esposa, que también trabaja durante tres días a la semana vendiendo comida y así poder sacar los gastos de su casa. Para Andrés aún no había ventas. Él comercia dulces durante la noche ahí, en el pueblo, traídos desde la Central de Abasto, al extremo norte de la capital. Pero desde el viernes pasado le preocupa una cosa: que pronto, al abordar el único transporte avalado por el gobierno estatal, RUTA, se le niegue la entrada por traer los costales. Caminar no es la opción Mientras tanto, aguardan bajo el filo del sol a que algún conocido les dé aventón, como en la mañana, o a que alguna camioneta los llevara por 6 pesos. Recorrer el camino a pie no era opción. Ante la carretera desfilaban algunos automóviles que volteaban a mirar ansiosos porque fuera alguno de sus conocidos, algún rostro familiar que los acercara a sus viviendas. A la improvisada parada llegaron más personas. Venían del centro de Azumiatla, donde se estaba llevando a cabo una junta de Prospera, motivo por el cual las camionetas particulares, vueltas transporte público, simplemente no aparecían. “El madrazo se va a sentir hasta el lunes”, advierte Nazario al grupo -quien lleva ya 40 minutos criticando al Metrobús- en razón de que durante ese día los niños, las niñas y los jóvenes de su pueblo vuelven a la escuela tanto de Azumiatla como del sur de la capital. Los demás asienten y le dan la razón. Al poco rato aparece sobre la carretera un viejo Cutlass color vino. “¿Es El Chavo?”, inquiere Nazario a Andrés, pero la respuesta llega por sí sola: el destartalado automóvil se detiene delante del grupo de personas y aguarda hasta que el par de comerciantes lo alcancen, hasta que enfila rumbo a Guadalupe Tecola. Los demás le miran el polvo. Y esperan hasta que algo, alguien, los lleve al pueblo y recuerdan con nostalgia los camiones que alguna vez lo hicieron.