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Guadalupe y Fabiola, una victoria de pareja

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Memorias del Crimen

Detrás del acta que firmaron las novias, así como sus padres y testigos, existe una pelea legal de un año y dos meses contra el gobierno de Puebla; hoy, ante la ley, son un matrimonio como cualquier otro Guillermo CASTILLO “Esta es la vez que más convencida digo: sí, acepto…” La voz de Guadalupe sonaba entrecortada, quebrada. Sus ojos enrojecidos por la emoción miraban de una forma tan firme a Fabiola, quien hacía un esfuerzo tremendo por contenerse. Los invitados, no más de 60, aplaudieron y soltaron un “¡bravo!” que se apagó pronto porque se acercaba el turno de Fabiola. Solo faltaba que ella “diera el sí” y todo el esfuerzo para consumar su matrimonio, al final habría rendido frutos. Belinda Pastor, juez segundo del Registro Civil en Puebla, tomó el micrófono: “Fabiola ¿aceptas en este momento a Guadalupe como tu legítima esposa para continuar amándola, respetándola, vivir y convivir unida a ella en matrimonio?” La joven respiró y con la lentitud de alguien que busca las palabras exactas se dirigió a su prometida: “Está de sobra decirte que desde que te conozco he estado contigo y hemos pasado muchísimas cosas juntas, que si bien fueron malas o buenas hay que recordar sólo las buenas. Las malas están olvidadas y por supuesto que acepto”. Fue entonces que ninguna de las dos pudo aguantar más. Las lágrimas fluían mientras los padres y los testigos firmaban el acta que les había costado una pelea legal de un año y dos meses contra el gobierno de Puebla. Poco a poco, la adrenalina se descargó. Los rostros que reflejaban nervios cuando bajaban de los dos autos BMW en los cuales llegaron al pequeño jardín Miren, cambiaron por sonrisas envueltas en pequeñas burbujas que revoloteaban con el aire de la noche. Su tranquilidad también se transmitió a la familia y amigos que iluminaban el lugar con luces de bengala y que 20 minutos antes eran presa de los nervios usuales en alguien que desea lo mejor para el ser amado. “¡Pásame el ramo!”, decía una joven vestida de traje sastre negro. A unos metros, alguien preguntaba: “¿Quién la va a entregar?” En tanto, los padres de una pequeñita la preparaban para manejar un carrito eléctrico que portaba un cartel donde se leía: “Tía Pipi, ahí viene tu novia”. Ahora, todo era sonrisas, aplausos y porras, al grado que la juez también se relajó. “Dicen que amor es un acto reflejo, muy similar al miedo… ¿Por qué les digo esto? Porque cuando nos enfrentamos al amor y al miedo no sabemos qué va a pasar… No fue fácil el camino que debieron recorrer”, había dicho la abogada de profesión. Después del protocolo, con una voz aún seria, agregó: “Sabemos que aún con todo lo que tuvieron que pasar este era el momento justo. Continúen disfrutándolo como la gran pareja que son… Es un honor declararlas unidas en legítimo matrimonio”. Guadalupe y Fabiola se besaron. Las luces de las cámaras de los medios de comunicación, se activaron y los invitados aplaudieron; en tanto, la canción de Eros Ramazzotti se oía al fondo: Por ti me casaré. Mientras la familia y amigos esperaban a pasar a la recepción, preparada con adornos en blanco y negro, una mesa de dulces de estilo vintage y una pequeña pista de baile con sus iniciales impresas, Guadalupe y Fabiola tomaban unos minutos para atender a los reporteros que se habían dado cita para presenciar su boda. Solo Guadalupe habló. Ataviada en un traje negro, rechazó el sentir alguna responsabilidad hacia otras parejas del mismo sexo que buscan cristalizar su unión por la vía civil. Sostuvo que su matrimonio era una victoria de pareja y hacia la familia; conminó a quienes desean formalizar y enfrentan alguna traba a hacer lo que consideren necesario para alcanzar el objetivo. “(A las otras parejas), como seres libres, hagan lo que tienen que hacer, lo que consideren que deben hacer y si dan el primer paso, no se detengan hasta que logren lo que quieren”, expresó. Recordó que su juicio de amparo llevó más de un año y fue apenas el 10 de julio cuando les notificaron la fecha de su boda; aún con ello, evitó hacer cualquier comentario sobre la negativa del Congreso del estado para reformar el código en la materia. “No me atrevería a opinar… Al final, ellos son representantes de la sociedad y es la parte de, tal vez, discernir si están beneficiando a una minoría o a una mayoría. La verdad es que no tengo problema si está legislado o no, la muestra es que ya estamos casadas”, dijo. Guadalupe dio por terminada la conversación. Los reporteros se retiraron y ella se alejó con su esposa para compartir con los invitados que festejaban al tiempo que bromeaba: “bueno, ya nos vamos, tenemos que llegar a la luna de miel”. La concurrencia rio y se instaló en la carpa del modesto jardín que les resguardaría del frío y que sería testigo –nada más y nada menos– del primer matrimonio igualitario celebrado en la historia de la entidad.