Luz María Carrera: 54 años de atender a migrantes

La activista materializó la enseñanza de solidaridad de su padre en un albergue donde se apoya a indocumentados centroamericanos

El paso de centroamericanos indocumentados por México rumbo a Estados Unidos es un asunto de relevancia actual por las reformas migratorias que se avecinan, pero Luz María Carrera Carrillo los conoce desde niña y les ha dedicado casi 55 años de vida.

Con las vías del tren visibles desde la ventana de la casa en la que nació, ubicada en la comunidad de San José Guerrero, en Chalchicomula de Sesma, Luz María convive desde siempre con hondureños, salvadoreños y guatemaltecos.

Luz María recuerda que fue su padre, Filemón Carrillo Flores, fallecido hace 12 años, quien fomentó en ella y sus hermanos darles aunque fuera tacos del queso que daban las vacas de la familia; con los años, el deseo de ayudar materializó un albergue.

"Mi mamá hacía las tortillas, hacía su petaca, toda la vida las preparó, se hacían unos frijolitos, partían unos ocho quesos que él hacía y mi mamá decía que les fuéramos dando de uno por uno a los muchachos", dijo.

En la actualidad, llega a recibir a más de una centena de migrantes al mes, los cuales provienen de la frontera Sur de México con rumbo al norte y en el camino encuentran a veces violencia y rechazo, pero también apoyos como el de ella.

La activista no es casada y dice sobre sus hijos que es madre soltera, cuando se le pregunta sobre cuántos, le da risa y contesta que de "todos esos que Dios le ha puesto en el camino" para ayudar.

Su economía depende de algunas aves de corral y unos borregos, a veces también de la venta de bordados en su cocina; sin embargo, ha llegado a cocinar para 68 personas en una sola jornada.

El día que llegó un grupo así de grande, en abril de 2016, recordó en lágrimas, se creyó incluso en la comunidad que sería el fin del mundo; su madre se vio afectada por los nervios y dejó el altruismo, mientras ella recurrió a la iglesia católica.

"Me da mucha pena pero es muy triste ver a esa multitud que a usted la sigue y que no tiene qué darles, yo he ido a pedirle al padre porque digo, '¿Dios mío que hago?', el corazón se siente apretado, he visto esa necesidad", contó en el comedor, cuya parte baja se convierte en ocasiones en una cama para los migrantes.

Las necesidades para alimentar a grupos pequeños y grandes, explica, las solventa con lo que puede pagar, lo que llegan a donarle familiares y quienes conocen su trabajo, así como con apoyos que llegan de la Cruz Roja.

Estos, explica, se dan en ocasiones a migrantes y consisten en un bote de mayonesa, una lata de chiles, otra de frijoles, una sopa instantánea y algo de leche, mientras que ella ha recibido ocho despensas que darían lo básico para una familia.

De su estufa, por otro lado, salen siempre varios litros de café de olla cargado para que los migrantes aguanten el trayecto, sopa de habas, pan, tortillas y huevo con jitomate.

Al crecer el número de quienes llegan a dormir a su casa y en un cuarto que le prestan junto a las vías, han surgido también otras necesidades como ropa, calzado y mochilas, así como servicios médicos y sanitarios.

En menor proporción que los migrantes, Luz María recibe prendas, cobijas y colchonetas, así como artículos de limpieza y, por parte del edil, un tinaco y un calentador de agua.

Las experiencias

Mantener un albergue como este ha traído a la activista tristezas y angustias por las dificultades que implica la aceptación social de los indocumentados y por las historias de dolor que escucha de ellos, pero también le ha dado grandes alegrías.

Fotos: Karen Rojas

A lo largo de su vida, relata, le han llegado unas seis cartas provenientes de Estados Unidos redactadas por centroamericanos que lograron llegar a su destino y que se tomaron tiempo para contarle que estaban bien.

"Son cartas de California, Las Vegas, en que dicen que sí han llegado, yo digo la pura verdad, no sé leer bien pero mi hermana ve las cartas y luego no nos las entregaban", explicó.

Luz María explica que, como persona de fe, su mayor anhelo es que Dios le permita encontrar a personas que estén dispuestas a ayudar y a hacer más grande el albergue que ahora está por entrar a una red digital con otros espacios para brindar seguridad a migrantes en el trayecto.

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