Preparar molotes, se vuelve una oportunidad para salir adelante
Lleva 10 años frente a la freidora, sus manos están llenas de masa y aún así se le pueden ver marcas de quemaduras por el aceite, ella es Blanca Ramírez, quien se dice feliz y satisfecha del trabajo que hace día con día: hacer molotes, pues este típico platillo mexicano la ha ayudado a salir adelante y a tener una mejor calidad de vida. En la octava edición de la Feria del Molote, que se llevo a cabo en el Parque Soria Xelhua, del municipio de San Pedro Cholula, se pudieron observar largas filas en los llamados Molotes Blanquita, los comensales mencionaban que la señora que portaba un gorro blanco estilo velilla, atendía muy bien, hacía bromas y que su puesto era el lugar perfecto para probar una amplia combinación de ingredientes. Al llegar a su local, Blanquita, en tono cantado te lee su variedad de molotes: "hay de tinga, de quesillo, de papa, de requesón, de queso, de champiñón, de huitlacoche y para los valientes hasta hay una bomba", presume. Al preguntarle de qué es el molote estilo bomba, explica que lleva todos los ingredientes, además de ser un molote que se aproxima a los 40 centímetros de largo. Una vez que te convence de comprar, empieza a contar su historia, la señora Blanca viene de una familia de comerciantes choluletecas, una que siempre se ha dedicado a la elaboración de chalupas, tostadas, chanclas, pelonas y taquitos. Para pagar las deudas y sacar a la familia adelante, venden sus productos en las ferias o festivales. Mientras que la gente espera su turno, los olores de los antojitos los inundan, se puede percibir el olor de la crema, del requesón, hasta de la masa friéndose ocasiona que a más de uno se le haga agua la boca. Todos los que pasan por el puesto, se asombran del tamaño de los molotes "son grandes, muy grandes, con uno calmaría mi apetito", mencionan. No les importó desembolsar 90 pesos para probar el famoso molote bomba y aunque hicieron una larga fila, cuando dieron la primera mordida, los comensales dijeron que la espera definitivamente valió la pena. Una historia similar tiene Lucila Cano, que al igual lleva una década preparando molotes, decidió nombrar a su negocio Molotes César, en memoria de un familiar querido. Lucila tiene la paciencia para explicar cómo se hacen los molotes: "tomas en tus manos un pedacito de masa que vas a hacer una bolita y luego se mete en un poquito de aceite caliente y se vuelve a amasar. Esa bolita que hiciste se coloca entre plásticos y con la tortilladora se aplasta hasta que quede una capa muy delgada pero que a su vez tenga consistencia para que no se rompa, debe quedarte un óvalo para poder rellenarlo de lo que tengas antojo, lo cerramos y lo ponemos a freír", explica. Sus precios son accesibles, el molote de papa, requesón, queso y tinga cuestan 30 pesos; el de flor de calabaza, 35 pesos; mientras que los de huitlacoche, chicharrón, longaniza y hawaiano 45 pesos. Los más caros son los combinados con dos ingredientes que costaron 50 pesos. En la Feria del Molote se pudieron ver alrededor de 40 expositores que se ubicaron a los pies de la pirámide de Cholula. En el centro de la explanada se instaló un área de mesas y un pequeño escenario donde se presentaron grupos de danzas prehispánicas. También se pudieron observar a varias familias mexicanas y extranjeras que saborearon la variedad de las delicias gastronómicas del país. Si bien, los molotes fueron los protagonistas de este festival, existió variedad para complacer todos los gustos, pues hubo una extensa lista de antojitos mexicanos y a su vez, vendieron guisos tradicionales como huazontles, verdolagas y pipián. Dependiendo si querían un plato o un litro de comida, el costo oscilaba entre los 50 y 80 pesos. Esta semana inició la temporada de chiles en nogada y se pudieron apreciar dos puestos de este tradicional platillo, del cual, su precio va de los 150 a los 200 pesos. Dentro de la gama de las bebidas, los comensales pudieron degustar aguas frescas de horchata, jamaica, limón, naranja, hasta bebidas con historia, como el chocolate, el café orgánico, el tejate y hasta el pulque. Para darle un toque dulce a la feria del molote, asistieron los vendedores de dulces típicos, que despecharon alegrías, amaranto con semillas, cocadas, dulces de calabaza, merengues, higos y ates. Y para limpiar el paladar, también se vendieron helados artesanales. Si con todo lo anterior quedó espacio para un antojito más, en esta feria también se distribuyeron los vasos de frutas picadas con chile y limón. Este 15 de julio concluye la Feria del Molote y estará abierto de 11 a las 23 horas. |