“Si así ya estaba difícil la vida, el sismo la vino a amolar más”

Tras el sismo del 19 de septiembre de 2017, la familia de Rosalinda Rogelio se quedó sin  hogar, por no contar con los papeles oficiales

“Si así ya estaba difícil la vida, el sismo la vino a amolar más”
Karen ROJAS | Tras el sismo del 19 de septiembre su vida cambió por completo. “Si así ya estaba difícil la vida, el sismo la vino a amolar más”

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Rosalinda Rogelio Rivera vio con tristeza cómo 15 familias de la comunidad La Soledad Morelos en Huaquechula recibieron una nueva vivienda, sin embargo, ella no tuvo la misma suerte, ya que desde el sismo del 19 de septiembre ha tenido que vivir con su esposo, su hijo y su madre en un cuarto de lámina de 2 por 2 metros cuadrados. Su familia no recibió apoyo porque no contaba con las escrituras de su casa.

Rosy estaba sentada afuera de una casa hecha de láminas de metal corrugado, dándole pecho a su hijo, y tomando de la mano a su madre. En su rostro todavía se pueden ver los estragos del sismo, aún se pone nerviosa cuando le preguntan acerca de ese día y al recordar lo que ocurrió no contuvo sus lágrimas.

Relató que a las 13 horas tomó una siesta con su bebé, que en ese entonces era un recién nacido de un mes, sin embargo, el llanto de su pequeño la despertó, por lo que dejó el inmueble y al mismo tiempo buscó a su madre. 

La mamá de Rosalinda, Antonia Rivera Marcelino, cuando se dio cuenta que estaba temblando entró en pánico, empezó a correr y cayó en una tela de alambre, por lo que se lastimó los ojos y desde ese día ya no ve bien.

El temblor que se prolongó algunos minutos, para esta familia "duró toda una vida" entre el miedo, la impotencia de ver cómo perdían su hogar y los ojos lastimados de Antonia, sólo optaron por sentarse en el suelo y rezar para que todo terminara.

"Mi mamá es viuda, y vivía en un cuarto solita, lo que pasa es que se cayó, ya estaba enferma de por sí, pero desde esa fecha para acá ya no se ha podido componer, perdió poco a poco la vista (…) el 19 de septiembre hubo un sismo que sentimos muy fuerte, mi mamá perdió todo y los apoyos que fueron llegando se fueron acabando al mes. Los voluntarios fueron los que nos hicieron primero una casa de cartón y luego una de latón", compartió Rogelio Rivera.

"Si así ya estaba difícil la vida, el sismo la vino a amolar más", dice Antonia, mientras sostiene un bastón que le hizo su yerno. Con pena dice que se siente mal por vivir con la familia de su hija, ya que todos duermen juntos, incluso descansan en el suelo, pues la única cama que tienen les quitaría espacio para poder resguardarse.

El esposo de Rosy trabaja en los ejidos, y la mayor parte del tiempo está laborando, pues ahora tienen que ahorrar para los estudios de su suegra. Algunos médicos les han dicho que jamás volverá a ver bien y otros que sí tiene esperanza. Ante esta situación están guardando dinero para poder llevarla con un especialista, sin embargo, no saben cuándo se podrá concretar la visita médica.

Cuando llegaron las autoridades correspondientes para alzar el censo y anotar a las familias que necesitaban un nuevo hogar, no quisieron sumar a esta familia porque no contaban con los papeles oficiales que avalaran que era su propiedad; nunca hicieron el trámite cuando murió su papá, no pensaron que fuera importante. Sólo tenían credenciales oficiales y recibos de luz, pero fueron insuficientes para ser tomados en cuenta.

Su hogar ahora sirve de cuarto, cocina y refugio, pero las últimas lluvias y el granizo han dañado su casita, temen que en próximos días se caiga y ya no tengan en donde vivir. A diferencia de otros vecinos, ellos no cuentan con muchos familiares a quien acudir en caso de emergencia.

Tras el sismo del 19 de septiembre su vida cambió por completo, y aunque ya pasó casi un año, al recordar esta fecha viene a su mente la destrucción, el dolor, y el miedo. Las dos mujeres dicen que vieron las noticias ese día, y que cada familia tiene una historia que contar, pero aún no entiende por qué les pasó esto a ellos.