Deseos de dejar atrás pobreza, violencia...

Parejas, adolescentes que viajan solos y padres e hijos que huyen de la miseria de sus naciones; también, personas solitarias

Deseos de dejar atrás pobreza, violencia...
Karen ROJAS | El próximo punto es Ciudad de México Deseos de dejar atrás pobreza, violencia...

Decenas de colchonetas y cobijas tapizaron el templo San Juan de Los Lagos. ahi quedaron como huellas efímeras de que los migrantes arribaron a la capital poblana. Un sinfín de historias se conjuntan, pero tienen todas ellas puntos en común: pobreza, violencia y deseos de dejar todo atrás.

Parejas. Adolescentes que viajan solos. Padres e hijos que huyen de la miseria de sus naciones, y también personas solitarias, sin estudios, que anhelan "ganar dólares" para vivir mejor.

 

"Me dijo un señor, 'tú échale ganas mijo, échale los kilos, Trump puede ser poderoso, pero no más poderoso que el de arriba, tal vez podrá matar a dos, tres migrantes, a todos no los puede matar, al ver que se le avienta uno por un lugar y otro por otro, no va a poder hacer nada'", cuenta César Augusto Ovando Rivera, quien en unos días hará su tercer intento por cruzar la frontera de México con Estados Unidos.

César Augusto llegó junto con otros 400 migrantes a la parroquia San Juan de Los Lagos, ubicada en la capital poblana. Todos con el mismo objetivo: tener una mejor calidad de vida. Él se unió a la caravana en Guatemala.

Sentado en el piso del patio mientras bebe un café y come una pieza de pan de muerto, narra que estuvo fuera de su país, viviendo en México, pero hace justo cuatro meses regresó a Guatemala. Todos sus familiares lo creían muerto. Nuevamente partió, ahora para unirse al grupo que intentará llegar a Estados Unidos y hasta ahora no se ha vuelto a comunicar con su familia.

Dice que tiene miedo, pero no por ello dejará de intentarlo: "esta es la tercera y la vencida. Al final todo está en manos de Dios: si le da permiso, cruzará y trabajará en lo que sabe, con los campesinos como siempre lo ha hecho.

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Cinthya Carolina Domínguez Núñez, de 23 años salió de su casa como cualquier otro día. Se despidió de su tres hijos, todos menores de edad, como si fuera a trabajar para vender tortillas. Ellos, junto con su esposo, no sabían que partía para cumplir el sueño americano junto con otros hondureños.

Asegura que le duele el corazón por haberlos abandonado sin decir una sola palabra de sus planes, pero fue la única forma en la que siente que podrá sacar adelante a sus hijos: mandarlos a la escuela, pues actualmente aguantan el hambre y si no tiene ni para eso, menos para tener una preparación académica.

Su idea es vender tortillas, tal y como lo hace en Honduras, pero espera recibir un mejor pago. Cree que allá, en Estados Unidos, hay muchos consumidores y todo sería más fácil, aunque ahora debe dormir en la intemperie, caminar a veces más de 14 horas continuas, y también enfrentar el hambre.

En México los hondureños han sido bien recibidos de manera general. No en todas partes les ofrecen comida. Hay quienes los ven con desprecio, pues creen que son delincuentes, pero no es así, si no, ya anduvieran asaltando y matando, aunque se rumora sobre la existencia de un grupo de salvadoreños quienes son violentos y vienen atrás, comenta Domínguez Núñez.

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No todos se ausentan de su país para llegar a Estados Unidos. El lugar a dónde llegar no es de importancia. Lo único que se buscan es encontrar un mejor trabajo en comparación con Honduras, expresa Isaías López Santiago, de 31 años.

Atrás dejó a sus tres hijos de tres, ocho y una de 18 años, a punto de graduarse, pero también a su esposa, quien "se las ha visto difíciles", pues cuando él llevaba su salarios como guardia de seguridad no alcanzaba. Ahora es más complicado porque sólo tiene lo que logra juntar por sus ventas de productos Avon y calzado.

Él porta una bandera de México en la espalda como si fuera una capa, López Santiago dice que si alguien le ofreciera empleo en México, con mejores condiciones que en su país, sin duda lo aceptaría.

Ser parte de la caravana no es fácil, tanto hay personas buenas como malas, hay quienes quieren desacreditar al grupo y se "portan mal". Incluso los ciudadanos les piden ser "más aseados", pero no hacen caso. A pesar de ello y de las largas caminatas se dice firme en su propósito con tal de ver mejor a su familia.

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También viajan niños, desde menores de 2 años a quienes llevan en carriolas en el mejor de los casos, hasta adolescentes solas que tienen el respaldo de sus padres.

Litzi Nataron Guardado, de Honduras, tiene 13 años y su única compañía conocida es su prima de 17. Decidieron iniciar esta travesía porque todo está muy caro: "vengo con una prima y nos decidimos porque allá para comprar algo le cuesta. Allá dinero suficiente no hay, por eso decidimos venirnos para acá, a la meta, que es Estados Unidos".

Nataron Guardado declaró que tuvo el respaldo de su madre, pues confía en que tendrán un "futuro mejor" en Estados Unidos. Sus dos hermanos menores, uno de cinco y otro de siete años, se quedaron en Honduras.

Añadió que ha tenido suerte, pues han avanzado de "jalones" y no está tan cansada. La mayoría de las personas se ha portado bien con ella, por eso no tiene miedo; además, hay otros cinco hondureños que son de la misma zona que ellas.

La adolescente sueña con llegar a Estados Unidos y ponerse a estudiar, contar con el respaldo de unos tíos quienes viven en Houston, pero mientras eso pasa sigue comunicándose con su familia a través de WhatsApp.

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Un pequeño de siete años acompaña a su padre, mientras este último da a conocer su "éxodo". El menor se la pasa jugando con una botella de agua y una pequeña caja de leche, sonriendo a todo mundo mientras esperan la hora del desayuno.

Su progenitor se llama Elder Abigail Arita, toda su vida se ha dedicado a recolectar café, pero lo que le pagan no es suficiente, y aunque ahora sufre aspira a seguir siendo campesino, pero con mejor salario. Explica que su andar no ha sido sencillo, comida no les ha faltado, siempre han encontrado el apoyo de los mexicanos; sin embargo, duermen en la calle, a veces cuando empieza a llover mejor se levantan y siguen su camino.

"Nosotros dormimos en el piso, porque como siempre el albergue se llena, ya uno no cabe. Nos toca dormir afuera y de repente a media noche llega el agua, ya uno no puede levantarse", expuso.

El próximo punto es Ciudad de México; sin embargo, no sabe cuánto tiempo le llevará llegar hasta Estados Unidos, debe ir un poco despacio por su hijo o solicitar aventones.