De pronto todo se nos vino abajo: Sobreviviente del sismo

Madre e hija asistieron a un bautizo en Atzala y mientras se desarrollaba la misa la iglesia se derrumbó sobre todos

María y Rocío, madre e hija, vivieron una pesadilla que no olvidarán jamás, ya que marcó su vida para siempre. Aún viven con mucho miedo, pues ellas son dos sobrevivientes del sismo del 19 de septiembre de 2017.

El día que asistieron a un bautizo les tocó experimentar el sismo de 2017; desde entonces viven con temor de asistir a una celebración eucarística.

María y su hija Rocío son dos de las seis sobrevivientes del colapso de la cúpula del templo de Santiago Apóstol, en el municipio de Atzala, donde murió una familia.

A dos años de este evento comparten la trágica historia de una misa, donde iban a celebrar un bautizo al cual no fueron invitadas, pero que acudieron para presenciar la celebración.

Con los ojos llenos de lágrimas, recuerdan muy bien la fatídica fecha. Como todos los días, madre e hija acudieron a la iglesia, donde se percataron de que sólo había una familia que celebraría el sacramento de un pequeño. Entonces se colocaron a la mitad del recinto.

Cuando las manecillas del reloj marcaban las 13 horas con 14 minutos de aquel 19 de septiembre de 2017, el sacerdote se dirigió a la mesa para celebrar la santa misa junto con sus sacristanes.

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María narró que el movimiento telúrico inició lento, tan sólo por unos segundos; las paredes retumbaban y de pronto pedazos de concreto y cemento, junto con tabiques, caían sobre los asistentes, hasta que finalmente la cúpula llena de grietas no resistió y se vino abajo, enterrando a los más de 17 feligreses que se encontraban en el lugar.

“Nunca escuché al sacristán ni al sacerdote decir que nos quedáramos dentro. No hubo tiempo, el mismo padre se quedó paralizado; para ese momento, mi hija y yo nos habíamos hincado, y de pronto todo se nos vino abajo. Parece que pasó poco tiempo, ya que después de varios segundos reaccioné, porque me había desmayado por los golpes que recibí en la cabeza.”

Cuando logró despertar se dio cuenta de que medio cuerpo lo tenía totalmente cubierto de escombro. De inmediato, con la mirada buscó a su hija, y al extender su mano derecha logró tocarle la cabeza.

“Solo escuchábamos los gritos y lamentaciones de los demás, no pudimos hacer más, sólo esperar a que llegara la gente y los auxiliara.”

Al paso de los minutos, los pobladores se aglomeraron para rescatar a los sobrevivientes; sin embargo, ante la falta de ambulancias en el municipio, fueron los vecinos quienes trasladaron a los que aún tenían signos vitales y los llevaron a los diferentes hospitales de la región, mientras que otra parte de la población ya se había organizado con palas, picos y cubetas para sacar el escombro y poder rescatar a los que estaban bajos los escombros.

Poco a poco llegaron decenas de personas de otras comunidades y municipios, entre ellos Chietla, Tepeojuma y principalmente de Izúcar de Matamoros, con herramienta en mano.

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