Prevalecen prejuicios por embarazo adolescente: Rubí Cervantes

Rubí Cervantes, del Taller AC, donde apoyan a mujeres embarazadas opina que todas las mujeres deben poder decidir sobre sus cuerpos

“Es uno de los mitos que están por ahí, que todas las madres —incluyendo las madres adolescentes— no querían su embarazo, o que de haber tenido más opciones, las hubieran preferido,” dice Rubí Cervantes, coordinadora del área de acompañamiento social del Taller AC, donde además de apoyar a mujeres poblanas que deciden interrumpir su embarazo, acompañan a aquellas que continúan con el proceso.

En una sesión de grupo con jóvenes madres —recuerda—, las participantes tenían que hablar sobre las opiniones de las personas respecto a sus embarazos. Les dicen que ya no tengan más, que se ocupen del que tienen. “¿Por qué no voy a tener más?”, pregunta una de ellas, demostrando que este tema en particular, como tantos otros que circundan al embarazo adolescente, está lleno de prejuicios.

Hay que considerar, por ejemplo, que la decisión de continuar un embarazo está de por sí impregnada de culpa; no se les dijo a las parejas jóvenes que tener relaciones también significa placer, no sólo embarazarse y tener hijos. En otro caso de acompañamiento a dos adolescentes —explica—, era más que evidente la carga tan pesada que significaba hablar de su sexualidad, del temor a decir que la estaban ejerciendo desde temprana edad.

“Nadie tiene relaciones para embazarse y abortar, pero todavía existen muchos mitos y tabús alrededor de la sexualidad, en cosas tan básicas como ir a pedir preservativos gratuitos.”

Trabajar desde la interseccionalidad

“Es bien distinto hablar de una niña de 14 años, con dos hijos, en una junta auxiliar; que de una adolescente de 17 años que vive en la ciudad,” asegura Rubí. Mientras la primera abandona sus estudios y vive en casa de sus padres, la segunda tiene la posibilidad económica de continuar con el proceso y con sus estudios, si así lo desea. “Es muy diferente la forma de sobrellevar estas situaciones.”

De ahí la importancia de trabajar desde la interseccionalidad —continúa—, de incentivar el que un grupo de madres, además de reconocerse como tales; también que se reconozcan en sus diferencias, “en las formas de opresión que cada una vive, aunque compartan algo en común como la maternidad”.

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