Alfarería, el oficio que se niega a desaparecer

El Barrio de La Luz era conocido por sus múltiples talleres en los que se trabajaba con barro.

Alfarería, el oficio que se niega a desaparecer
Karen ROJAS | En la actualidad sólo uno conserva los procesos centenarios. Alfarería, el oficio que se niega a desaparecer

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Memorias del Crimen

En el Barrio de La Luz, uno de los más antiguos de la ciudad, se encuentra el último taller de alfarería de la zona del Centro Histórico de Puebla. Este espacio se enfrenta a las dificultades que ponen en riesgo su permanencia: la falta de un pago justo por las piezas, el desconocimiento del esfuerzo que implican y el poco interés por parte de los ciudadanos. Los artesanos buscan preservar este oficio y reivindicar su valor histórico.

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Genaro López García, miembro del Centro Alfarero del Barrio de La Luz, ve en el barro una forma de creación e imaginación; así como una forma de conectarse con sus padres y abuelos, quienes le enseñaron este oficio. El artesano compartió con El Popular, diario imparcial de Puebla la historia de la alfarería en este sitio, así como los retos a los que se enfrentan para conservar la tradición.

La historia

"Los primeros habitantes de esta zona empezaron a trabajar el barro desde hace más de 300 años, por los yacimientos de este material que había en el Barrio de La Luz," refirió López García. Indicó que en la actualidad, el material que utilizan lo consiguen de otras zonas como Amozoc, lo que aumenta los costos de producción y disminuye sus ganancias.

La sociedad alfarera que habita en el inmueble tiene allí más de 50 años y está conformada por 15 familias, con integrantes de diferentes edades.

 

Creación e imaginación

El barro se utiliza de dos tipos: el que sirve para el torno y el que se usa para hacer cazuelas, mejor conocidos entre los alfareros como “de rueda” y “de mano”, respectivamente. Sin embargo, los dos se preparan de la misma manera. Algo que destaca de la alfarería del Barrio de La Luz es que no han modificado la manera en que crean las piezas que podemos observar en los mercados y muchas veces en nuestros hogares.

“Los procesos no han cambiado en nada; son las mismas técnicas de hace años. Para hacer una pieza iniciamos con el barro que viene en trozos grandes: se tiene que pulverizar, echarle agua y dejarlo reposar un día. Al día siguiente se saca la mezcla y con un poco de barro en polvo se empieza a darle textura; después se deja reposando dos días. Mientras más reposado esté, la pieza será de mejor calidad.”

Una vez que se le da la forma deseada a la pieza se deja secar al sol. El tamaño de la misma influye en el tiempo que tardará en estar lista para el horno. Si se trata de una pieza pequeña serán dos días, en promedio, para secarse. En el caso de las piezas grandes son hasta ocho días.

El primer cocimiento en el horno se llama jaguete. Después de dejarla al sol por otros días. Por último se mete de nuevo al horno por cinco horas y debe estar a más de mil grados. El trabajo es mucho y los costos a los que se vende una pieza es inferior al invertido.

"Cada obra que realizamos requiere de mucho trabajo y de mucha dedicación. El costo al que lo vendemos no es el costo real al que se debería vender, porque la gente ve a la alfarería como algo inferior en comparación con otras artesanías, como la talavera, sin tomar en cuenta que la alfarería es la base de la talavera; lo que nos diferencian son los esmaltes y las temperaturas.”

 Los retos

Genaro López comentó que hace 30 años los talleres estaban distribuidos en más de tres cuadras. Una de las causas que provocó esta disminución —de acuerdo al artesano— fue que destinaran las casas ocupadas como talleres para uso habitacional.

Otra de las causas fue el uso de plomo en los esmaltes, los cuales se han estado sustituyendo para evitar daños a la salud del consumidor, pero la idea de la toxicidad aún sigue presente en el imaginario colectivo.

 No debe morir

Para difundir el trabajo de los artesanos se han realizado diferentes actividades, como algunos talleres en coordinación con el Instituto Municipal de Arte y cultura (IMACP). En algún momento, un servicio de autobuses turísticos hacía paradas en este espacio para que los visitantes conocieran la historia del lugar. Genaro López recordó que "la labor más importante que puede hacer el ciudadano es interesarse por las cosas que se hacen en Puebla, porque es importante no dejarlas morir".