Que Dios los libre, porque sí va a estar feo: paisana en EU

Familia poblana con residencia en Nueva Jersey comparte su experiencia ante la contingencia sanitaria por COVID-19.

“Allá en México no van a tener la misma suerte, que Dios los libre, porque sí va a estar feo”, asegura Miriam (de 47 años) quien relata cómo en el transcurso de un par de semanas, la vida en New York, New Jersey y Connecticut cambió drásticamente.

“La primera semana cuando se empezó a decir que ya en New York estaban habiendo muchos casos, pues no me preocupé tanto; la segunda todavía, pero ya ahorita en la tercera uno empieza a oír que murió fulanito, el primo de no sé quién está enfermo, incluso gente más cercana a nosotros”, explicó.

En su último reporte, el gobierno de New Jersey informó que suman ya 41 mil 90 casos positivos de COVID-19, y al menos mil tres personas fallecidas a causa de la enfermedad; una de cada tres de estas muertes, asociadas a problemas cardiovasculares y diabetes.

Solamente en las últimas 24 horas se confirmaron tres mil 663 casos adicionales en todo el estado, que para el condado de Hudson, donde vive la familia Martínez Padilla, originaria de Puebla y la Ciudad de México, suponen un total de cuatro mil 395 casos confirmados y al menos 92 decesos.

Miriam y su esposo Valentín, de 47 años, comenta aliviada, al menos no se han quedado sin trabajo, considerando que, en las últimas dos semanas, de acuerdo con el Departamento del Trabajo de New Jersey, 362 mil personas han aplicado a los programas de apoyo para el desempleo que ofrece el gobierno local, lo que representó un aumento de más de mil 600 por ciento.

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En entrevista para El Popular, diario imparcial de Puebla, ella trabaja en un Sam’s Club de la zona, por lo que tiene salir todos los días de su casa; lo mismo su marido, que labora en el sector de la construcción, dos actividades económicas consideradas como esenciales por las autoridades.

 

“Los compañeros de mi trabajo que se han ido lo han hecho por miedo, pero no por despido”, agrega mientras recuerda no se sintió tan vulnerable hasta que dos de sus colegas cayeron enfermos.

Cada vez que regresa a su casa, en donde la esperan su hija recién graduada y su hijo de 14 años, que sigue estudiando a distancia de nueve a una de la tarde, tiene que rociarse con Lysol, un spray desinfectante, y desechar la máscara que tuvo puesta toda la jornada. “Nos estamos protegiendo bastante”, refiere.

Sin embargo, explica, ellos son los afortunados, ya que cuentan con el estatus de residencia desde hace más de 16 años y sólo deben preocuparse por reforzar las labores de limpieza personales y dentro del hogar, así como estar muy atentos a la salud de su suegra, que padece diabetes y es una mujer adulta mayor.

Las compras de la familia incluso las realiza en su trabajo, por lo que no tiene que exponerse más de lo debido. Los clientes, sin embargo, esperan hasta dos o tres horas afuera del establecimiento, entrando de diez en diez para evitar posibles contagios.

“Imagínate otras personas que sí viven al día y no tienen ninguna esperanza, porque la ayuda del gobierno es para la gente que está legalmente. Muchas mantienen incluso a su familia en México. Este mes como quiera la gente tuvo un poco de dinero, el guardadito, pero ya para el otro, sin trabajo, sin ahorros, sin apoyo de gobierno, van a empezar a vérselas fuerte”, remarcó.

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