No son Romeo ni Julieta, sólo dos jóvenes con graves problemas emocionales

Los familiares decidieron unir ese amor por siempre mediante un matrimonio post mortem  REDACCIÓN LA MUERTE separó a Néstor de Sara. Sin embargo, fue solamente por una cuentas horas. El pueblo de Coronango está consternado y guarda con mucho recelo la tragedia que embarga a las familias de estos dos jóvenes suicidas. Nadie pudo precisar cuánto tiempo llevaban de novios, ni cómo era su noviazgo. Lo cierto es que ambos eran estudiantes. Fue una pieza de baile la que ocasionó el rompimiento entre ellos. Unas horas después, Néstor Macuil Amaztal se ahorcó en una trabe de su casa. De acuerdo a familiares y conocidos el muchacho era un hombre muy callado, serio, introvertido y apenas daba el saludo. Siempre se le veía con su guitarra en la mano, pero no con la alegría tradicional de los músicos sino como el instrumento para armonizar sus penas. El 13 de enero se fue al baile del pueblo, en el cual se encontraba Sara, su novia. Momentos después de estar con ella se alejó para saludar a unos amigos. Cuando regresó, observó como su amada bailaba una canción grupera con otro muchacho. Eso fue todo; verla con otro hombre acabó con su seguridad, con su amor y provocó el estallido de sus celos. Se acercó a ella, la encaró y le recriminó que estuviera con otro. Ella se justificó diciendo que no había nada de malo y ante la escena de celos terminó con él. Le dijo que la relación no tenía sentido y el joven, con muchos problemas emocionales, se retiró del lugar. Fue en la madrugada, aproximadamente a las 6 de la mañana cuando un vecino salió a dejar a su hijo a la escuela que miró la trágica escena, Néstor estaba colgado del cuello, se había quitado la vida. El suceso se esparció de manera veloz. En cada una de las calles del pueblo se hablaba de este acontecimiento. La noticia llegó a oídos de Sara la ex novia de tan sólo 17 años. Sin embargo no tuvieron el cuidado de decirle lo que había pasado y mucho menos de controlarla. A escasas 11 horas del suceso que le quitó la vida a Néstor, Sara posiblemente creyó que era la culpable y decidió que debería pagar de igual manera. Más o menos a las 5 de la tarde fue encontrada amarrada y suspendida del tronco de un árbol, con unos cuantos metros de lazo de plástico se quitó la vida. Sin embargo, como si hubiera sido un amor añejo, como si hubieran tenido planes de por vida, los familiares decidieron unir ese amor por siempre y creyeron hacerlo mediante un matrimonio post mortem. No tuvieron el aval del Padre Eleazar ya que la Iglesia no autoriza este tipo de alianzas nupciales debido a que dos personas que se suicidan son excomulgadas y separadas de su participación como miembros eclesiásticos. Sin embargo, los familiares y la gente en general no se detuvieron. Sara Tlahuizil Xilot de 17 años llegó a la iglesia en su féretro. La misa comenzó a las 11 de la mañana, el Sacerdote ofició y pidió por su eterno descanso, la celebración terminó y salieron de la Iglesia de Nuestra señora de la Asunción rumbo a la iglesia de Zoquiapan. En ese templo se realizaba la ceremonia religiosa para pedir por el eterno descanso de Néstor Macuil Amaztal, quien con toda una vida por delante y recién cumplidos sus 18 años había optado otra salida a su problema sentimental, el suicidio. Fue en la explanada de la Iglesia de Zoquiapan, que se erigió en honor a san Martín Caballero, donde se reencontraron. Si se tenían coraje o resentimiento nadie lo supo, tampoco si querían vivir juntos por siempre, sin embargo los familiares de ambos decidieron unirlos. El Clero no se los permitió, pero ellos tomaron la decisión, los llevaron al panteón nuevo de del Barrio de Zoquiapan y ahí quedaron los dos cuerpos, en sus respectivas cajas pero en la misma fosa. Las familias lograron lo que tal vez el destino no hubiera querido. Tras pasearlos en el pueblo, los llevaron al camposanto y cumpliendo con la tradición, las dos familias se fueron a la fiesta, finalmente los dos muchachos estaban casados y como en toda boda se hizo la fiesta. Con dos imágenes de los difuntos la tradición se llevó a cabo, bailaron la víbora de la mar, bailaron El Chiquigüite, todo lo que se acostumbra en una boda de pueblo, hasta partieron el pastel, finalmente fueron a pedir perdón a la casa de la novia como también marca la costumbre. En la iglesia no quisieron hablar y el sacristán se exasperó cuando se abordó el tema. En el mismo templo, adornado con hermosas imágenes y lienzos, el auxiliar del cura dijo que eso ya había pasa y negó que estuviera el Padre Eleazar y cualquier contacto con el presbítero. Las familias tampoco quieren hablar del asunto, pidieron que se les deje descansar en paz. Argumentaron que sus hijos ya están casados y en las manos de Dios. La advertencia fue clara: “no pregunte más y no regrese”, sentenciaron.
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