Martes 02 Octubre 2018

Huauchinango - Salustia Domínguez González, una mujer de la etnia náhuatl, de 58 años de edad y que no habla español, se encuentra internada en el Hospital General de Huauchinango, luego de haber sido encarcelada de forma injusta y sufrir un accidente vehicular cuando era trasladada en una patrulla.

La indígena fue inculpada y apresada por un delito que no cometió, estuvo en el Centro de Reinserción Social (Cereso) de Huauchinango durante año y medio; sufrió el accidente justo un día después de la fecha en que su boleta de libertad señala que ya no debía estar en calidad de detenida.

Sus familiares, quienes pidieron el anonimato para evitar las represalias de las autoridades municipales y estatales, relataron las atrocidades que sufrió esta indígena.

La mujer, originaria de Huyenaupan, en el municipio de Naupan, se dedica a la fabricación y venta de artesanías en Huauchinango, pues es la forma en la que podía estar cerca de su esposo, quien se encuentra preso por un crimen cometido en su comunidad hace 21 años; sin embargo, hace poco Salustia Domínguez fue señalada de haber sido partícipe en el homicidio, por lo cual las autoridades procedieron a su detención.

La historia de Salustia Domínguez

El esposo de Salustia Domínguez es un campesino de la Sierra Norte de Puebla, que trabajaba en su terreno heredado por sus padres y vivía con uno de sus hermanos, con el que comparte las tierras de la herencia.

Aunque no tenían hijos y su trabajo era apenas suficiente para mantenerse, la pareja vivía feliz, hasta que Salustia Domínguez comenzó a ser molestada por un vecino, quien intentaba conquistarla. La situación empeoró hasta que el esposo de Salustia Domínguez peleó con el vecino y terminó asestándole un machetazo en cabeza.

Después de estos hechos, el esposo de Salustia Domínguez fue perseguido por las autoridades, con base en el proceso 185/1997, pero fue el 3 de febrero de 2009 cuando se le detuvo y llevó al juez de la causa, que lo procesó y aplicó una sentencia de 13 años de cárcel, misma que cumple en el Cereso de Huauchinango

Salustia Domínguez se vio en la necesidad de trasladarse a la ciudad de Huauchinango con su hermana, que vende tamales desde hace 28 años en el Centro Histórico, de esta forma, la mujer podía visitar a su marido cada semana en el Cereso, y le llevaba comida y platicaban.

La mujer comenzó a elaborar artesanías como ropa, collares, pulseras, entre otras cosas, para subsistir, incluso consiguió un lugar para instalarse en la calle De las Escaleras, aledaña a la parroquia católica de esta localidad, frente a una sombrerería. Cada cierto tiempo, regresaba a su pueblo para ver su hacienda, misma que ahora estaba abandonada, con yerba crecida, sin gallinas, chanchos ni perro.

La esperanza de Salustia Domínguez estaba puesta en regresar a su hogar dentro de 13 años, una vez que su esposo fuera liberado de la cárcel. Sin embargo, en marzo de 2017, la policía llegó a su puesto de artesanías y la detuvieron; la mujer no comprendía el lenguaje de los uniformados, pues no entiende el español, sólo habla náhuatl.

La llevaron al Cereso y, sin intérprete, le leyeron los cargos y quedó presa.

No fue hasta un año y medio después que un familiar intervino y descubrió que el motivo por el cual habían detenido a Salustia Domínguez era por un proceso donde se le acusaba de ser copartícipe del homicidio que había cometido su esposo.

Uno de sus parientes aseguró que la acusación provino de alguien a quien la presencia de la señora era molesta, aunque no señalaron a nadie. "A mí, lo que me importa ahora es la salud de la señora…", dijo tajante.

Luego de año y medio presa, la acusación de coparticipación a la esposa del homicida terminó por diluirse y la justicia emitió su boleta de libertad.

¿Cómo sufrió sus lesiones?

No obstante, en esos días se registró un accidente en la autopista Tlaxco-Tejocotal a la altura del kilómetro 43+100, cerca de la caseta de Michac. Pese al hermetismo con que fue tratado por las autoridades, este accidente sucedió el 6 de septiembre, cuando una patrulla de la Policía Estatal viajaba con tres uniformados y dos reclusos.

Regresaban de Puebla, pues llevaron a los reos a un examen psiquiátrico al Hospital Batán, pero la patrulla salió de la carretera cayó a un precipicio de unos cinco metros de profundidad.

Uno de los reclusos, el señor Guadalupe Pacheco Cabrera, de 70 años de edad, falleció debido a las graves lesiones; la otra reclusa era Salustia Domínguez González, que resultó gravemente lesionada, al igual que los tres policías.

La indígena fue llevada al Hospital General de Zacatlán y el 13 de septiembre fue trasladada al Hospital General de Huauchinango. En Zacatlán siempre estuvo acompañada por una elemento de la Policía Estatal y en Huauchinango por uniformados custodios del Cereso, "para evitar que se diera a la fuga".

De acuerdo con el parte médico, Salustia Domínguez padece facturas en ambas clavículas, tórax y otros huesos, colapso de pulmones (por lo que se le colocó una válvula pleural para drenar el exceso de agua en sus pulmones), así como otras decenas de golpes.

Debido a que el Hospital General de Huauchinango carece de equipo para tomografías, rayos X y otro tipo de análisis que necesita Salustia Domínguez, se le tuvo que trasladar a diversas clínicas y hospitales, a pesar de su frágil condición.

La boleta de libertad

El director del Cereso, Lenin Hernández, le entregó su boleta de libertad trece días después de que la mujer fuera trasladada a Puebla por las lesiones ocasionadas en la volcadura de la patrulla.

La boleta, de manera curiosa, está fechada el 5 de septiembre, un día antes del accidente, aunque cuando viajaba en la patrulla lo hacía aún en calidad de detenida.

Exigencia de la familia

"Nuestro familiar no puede ni debe ser abandonado de esta manera por las autoridades estatales y municipales. En la actualidad no tiene dónde vivir, no puede trabajar, las lesiones la dejan prácticamente lisiada, sin recursos", dijo una consanguínea.

El Cereso se hizo cargo de los gastos durante el tiempo en que fue necesaria la intervención médica a raíz del accidente, pero tras haberse entregado la boleta de libertad, se deslindaron y no cubrieron los gastos posteriores.

"Nuestro pariente no tenía por qué haber sido trasladada a Puebla (el día del accidente)", dicen sus familiares ante los estudios y tratamientos que Salustia Domínguez necesita pero que no pueden costear, mientras que las autoridades "se sacuden las manos y la responsabilidad que adquirieron con su negligencia".

"Queremos que nos la entreguen como estaba, las secuelas son para largo tiempo y muy costosas", comentan y agregan que lo único con que cuenta es su bata del hospital, pues su ropa y otras cosas siguen dentro del Cereso. Por su parte, Lenin Hernández comentó sobre las quejas y dijo que como institución no pueden hacer más en el caso.

"Acudimos con el presidente municipal Gabriel Alvarado, quien al principio nos dijo que nos iba a apoyar y, de hecho, nos apoyó con el secretario de Salud, pero ahora, luego de la absolución de nuestro familiar, ya ni siquiera nos responde", refirieron los familiares.

Por último, la familia ha acudido a las oficinas de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla para integrar una queja sobre este caso; obstante, refirieron que la encargada del despacho apoyó de manera parcial pero no atendió adecuadamente el caso y dejó todo a un lado.