Con Lalo Rivera nada puede salir mal hasta que…

Te presentamos la crónica del primer informe de labores del presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez.

En el primer informe de labores de Eduardo Rivera Pérez nada podía salir mal. Él, el político conciliador, de buenas maneras, de buen carácter, entrañable y, buen orador. Él, el único presidente municipal que ha sido reelecto por segunda ocasión, luego de sobrevivir a una persecución política.

 

Todo estaba según lo previsto: excelente organización, desde el momento en que te acercabas en vehículo al lugar, una hora antes de que empezara el evento, un séquito de personas, entre Tránsito Municipal y gente del staff, te pedían tu código QR generado previamente.

Ahí mismo, con plumón marcaban en el vidrio el número del estacionamiento que te tocaba, según el color que te había sido asignado. Una vez estacionado el coche, había un séquito más de personas que te señalaban por donde era el camino para ingresar al salón del Centro de Convenciones William O Jenkins donde se llevaría a cabo la ceremonia.

Adentro, las y los invitados se empezaron a cambiar de lugar, porque querían sentarse más cerca o, simplemente, porque querían estar en los lugares VIP. Estaban también los que llegaron tarde, sobre todo políticos, empresarios y rectores de universidades que tienen la mala costumbre de mandar primero a su equipo de avanzada a apartar lugar y tantear el terreno. Y entre el tumulto de fotógrafos, los que se saludaban unos a otros y los que llegaron tarde, como el diputado José Antonio López, del PT, quien junto con su esposa, pretendía obtener el mejor lugar del recinto, arrancó el evento.

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Entre mil almas que se encontraban reunidas, ningún invitado especial logró levantar el aplausómetro más allá de lo normal. Desde la presentación de los presidentes municipales de Querétaro, Luis Nava Guerrero; de Cuernavaca, José Luis Urióstegui; de San Andrés Cholula, Edmundo Tlatehui; Lorenzo Rivera Nava, de Chignahuapan; Jorge Corichi de Tlaxcala, hasta Eduardo Alcántara Montiel, coordinador del grupo parlamentario del PAN; Augusta Díaz de Rivera, presidenta del comité directivo estatal del PAN; Jorge Estefan Chidiac, coordinador del grupo parlamentario del PRI; Néstor Camarillo, presidente del comité directivo estatal del PRI; Fernando Morales, presidente estatal del partido MC; Carlos Martínez Amador; presidente de la dirección ejecutiva estatal del PRD, todos fueron aplausos tibios y protocolarios.

Ni los invitados estrellas movieron el aplausómetro: ni el exgobernador de Puebla, Melquiades Morales, ni el arzobispo Víctor Sánchez Espinosa, ni el diputado federal Santiago Creel, ni al presidente del PRD nacional Jesús Zambrano, ni la senadora Josefina Vázquez Mota…. Sólo cuando se presentó a Marko Cortés, líder nacional del PAN, una voz perdida hasta el fondo del recinto espetó un: ¡Bravo!, pero al no encontrar eco, calló al instante.

Entre el público, la gran mayoría hablaba de los buenos resultados de Lalo Rivera, pocos se atrevían a hablar mal de protagonista del día. Que si los baches, que si la relación con el gobernador, que si era su momento estelar para mostrar el punch político que tiene para aspirar a una candidatura en 2024. Todo era miel sobre hojuelas, hasta que una de las dos pantallas falló justo al momento de empezar la transmisión y como un video de Daft Punk intergaláctico empezó el informe. A las 13 horas, tal cual como estaba previsto, hicieron el pase de lista para abrir la sesión y esperaron a que llegara Luis Miguel Barbosa Huerta, del ejecutivo; Sergio Salomón Céspedes, legislativo y Héctor Sánchez Sánchez, del poder judicial, nada podía salir mal salvo porque llegaron 10 minutos tarde y con cara de pocos amigos. Durante dos horas que duró el evento, sólo en tres ocasiones Lalo y el gobernador cruzaron palabra: una cuando se saludaron, otra cuando presentaron al ex gobernador de Querétaro Francisco Domínguez, y una más cuando le tocó al gobernador hacer uso del micrófono. Barbosa se veía más cómodo y cercano a Salomón Céspedes con quien cuchicheaba e intercambiaba risas.

Lalo cumplió y cumplió bien, perfectamente vestido, con traje oscuro y corbata con rayas rojas, amarillas y azul, antes de empezar, se fijó que su copete estuviera bien acomodado y habló firme y claro: “Mario Benedetti dijo una vez que cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”, con esa frase empezó su discurso en el que sólo titubeó una vez.

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Bromeó sobre la falla de la pantalla, de sus logros, de su relación con el gobernador: “Hay a quienes les intriga la forma en la que nos llevamos, a veces con ciertos jaloneos, pero también de colaboración”, dijo.

Habló de los baches, de los parquímetros, de los ambulantes, de los parques limpios, de la atención médica gratuita, de las instancias infantiles, de las pérdidas humanas por tragedias, de las mujeres... Sobre sus aspiraciones para 2024 dijo que: “Un buen político debe estar preparado para los retos por venir, y yo soy un hombre de lucha que siempre está listo para afrontar las batallas que vengan”.

Agradeció a su familia, a sus papás, a sus hermanos, “de quienes me siento profundamente orgulloso por la educación y ejemplo de vida, que me hacen ser lo que soy”, a sus hijos y, en especial a Liliana, su esposa, a quien reconoció su labor al frente del DIF. Finalmente, su voz se entrecortó cuando agradeció a Dios la oportunidad de “estar aquí”.

Hasta ahí, nada podía salir mal, hasta que le siguió el turno al regidor José Carlos Montiel Solana, con lo que parecía ser más la segunda versión del informe de gobierno que la contestación misma. Se presentó como un ciudadano sin militancia partidista, y en lo que dijo ser la voz del cabildo y de las poblanas y poblanos, reconoció la gestión de Lalo como una de las 10 mejores del país.

Finalmente, lo que parecía que iba a salir mal, contra todo pronóstico salió bien, ver a un Miguel Barbosa alegre y dicharachero sorprendió al auditorio completo. “Hoy es el informe de Eduardo Rivera Pérez y me toca hablar bien de él, pues ni modos que no”, y el público estalló en risa.

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Después le reviró a Rivera lo que había dicho anteriormente: “Nuestra amistad no tiene nada de misteriosa, somos amigos desde hace más de 20 años… nos conocimos cuando fuimos diputados en la 58 Legislatura y nos tomamos aprecio… le tengo respeto y para mí (Lalo) es un político destacado, lúcido e inteligente”.

No se podía ir sin antes marcar su territorio: “Sí, se está cambiando el destino del rumbo de Puebla, pero de la ciudad, porque del estado lo estoy haciendo yo”, risas y más risas.

Y, así, el buen ánimo afloró en el presídium, se olvidaron las caras largas del principio y se acabó el mutis que permeó desde su llegada. Barbosa, el impredecible, el que parecía que se le iba a ir a la yugular a Eduardo Rivera, desbordó el risómetro, el cual llegó a su límite cuando cerró su intervención: “Todos tienen su oportunidad de desarrollar sus actividades aquí en Puebla, de pronunciarse. Aquí a nadie se vigilia, ni se espía ni se persigue; eres libre Lalo, ¿ya te diste cuenta? La primera vez que eres libre siendo alcalde”…

Nada podía salir mal. Era el momento estelar de Eduardo Rivera Pérez, su primer año de gobierno de su segunda vuelta como presidente municipal de Puebla. Entre copas, los y las asistentes, ya convertidos en comensales, interpretaron los mensajes entrelíneas como mejor les convenía, pero para la mayoría, Lalo cumplió y cumplió bien.

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