La salida de Puebla hacia Huauchinango estaba prevista para las 17:30 horas del miércoles. Habían pasado 5 días de la tragedia que, hasta el momento, según cifras oficiales, ha dejado 19 muertos, 5 personas desaparecidas y cientos de damnificados que se quedaron sin hogar o al borde del precipicio. Nuestro destino final: Pahuatlán, otro de los municipios de la Sierra Norte más afectados que quedó incomunicado por varios días. Antes, haríamos parada en Huauchinango para dejar los víveres que recolectaron jueces y magistrados del Poder Judicial de la Federación del Sexto Circuito con sede en Puebla. También puedes leer: Cuaxicala, la comunidad de Huauchinango al borde del precipicio La colecta fue tan exitosa que salimos 2 horas después de lo estipulado; por más que le echaban montón no había forma de acomodar tantas bolsas y cajas. Antes de agarrar camino, la instrucción del guía proveniente de la Sierra Norte fue clara: “Si los detiene la policía, no se paren por ningún motivo, porque los van a asaltar”. ![]() Intentamos ir tan rápido como lo permitía ir detrás un camión cargado de víveres que iba a máximo 40 kilómetros por hora en una carrera oscura y, por momentos, llena de neblina. Y, cuando ya habíamos librado el miedo de los retenes falsos, al camión se le ponchó la llanta en plena curva en medio de la nada. Al final, el recorrido que, según el mapa sería de 2:38 horas, terminó siendo de 4 horas. En el albergue temporal duermen 500 personas en catre y frazada incluidaYa en Huauchinango, llegamos directo al albergue temporal que fue adaptado en el recinto ferial de ese municipio para dejar parte de los víveres. ![]() Alrededor de las 23:30 horas una parte del contingente empezó a descargar a través de una cadena humana conformada por militares y personal del Ayuntamiento; el resto fue directo a recorrer el albergue para platicar con algunas de las 500 personas que se disponía a dormir en la que sería su cama temporal de aquí hasta que encontraran un mejor lugar para vivir: un catre con frazada incluida.
Narra la señora Blanca de unos 50 años de edad, quien además de perder su casa, atraviesa el duelo de su papá que falleció hace dos semanas. 24 horas. Apagan la luz y tenemos que continuar nuestro camino. Al otro día, madrugamos, para visitar Nopala, una pequeña comunidad de apenas 500 habitantes a 6 kilómetros del centro de Huauchinango. La tirada era hacer un breve recorrido para levantar material en lo que el contingente se volvía a juntar y así continuar nuestro camino a Pahuatlán. En el trayecto nos topamos con múltiples pequeños deslaves que impedían de manera intermitente el paso de los vehículos. ![]() A todo lo que da, maquinaria con lonas del Gobierno federal trabajaban a marchas forzadas para liberar los caminos. El avance era lento: cada tramo limpio se volvía resbaloso y peligroso. Para subir, las combis cargadas de pasaje tenían que agarrar tanto vuelo que, al llegar al punto más lodoso, se patinaban y no había forma de seguir adelante. Entre 8 personas empujaban con el riesgo de ser lanzados al barranco que estaba a menos de 5 metros. Mientras, por los costados, los peatones avanzan para llegar a su destino, sin contar a los curiosos que cuando había que ayudar salían al quite. ![]() Al final, después de una hora de espera, logramos pasar, no sin antes ser presas de esas plastas de lodo pegajoso y resbaladizo que nos hicieron perder por un instante el control del volante y de los frenos. Más información: Más apoyo en Puebla; estos son los nuevos centros de acopio disponibles Cuaxicala, una comunidad al borde del precipicio Siguiente parada Cuaxicala. Antes de seguir a Pahuatlán, pasamos a esta pequeña comunidad a media hora de la cabecera municipal de Huauchinango, donde, como a todos, la lluvia los tomó por sorpresa. Ahí conocimos a Modesto y Lucía, un matrimonio cuya casa de lámina quedó literalmente al borde del precipicio con sólo un listón de plástico rojo que les advierte del peligro. Desde su patio, vimos postes de luz, gatitos y casas arrastradas 500 metros abajo. ![]()
En el inter mientras siguen entregando víveres, las y los afectados cuentan que el presidente auxiliar Joaquín Clemente González y el alcalde de Huauchinango, Rogelio Lópéz Angulo, ni siquiera habían hecho acto de presencia.
Le cuentan a la reportera Diana Xolalpa su experiencia.
Nos dimos prisa, para salir de Nopala, un pueblo campesino, donde la desolación era evidente incluso si hubiéramos llegado días antes de los deslaves. Antes de seguir a Pahuatlán, había que entregar víveres en La Monterrey, una colonia de Huauchinango donde una familia entera perdió la vida. En el trayecto de calles estrechas donde había que esperar turnos detrás de largas filas para poder pasar por un solo carril, vimos árboles caídos, socavones que se iban abriendo conforme pasaba el día, pequeños deslaves que entorpecían el camino, todo en medio de una pestilencia de lodo y heces estancadas que cada vez era más evidente. El ataque de un perro a uno de los camarógrafos En La Monterrey nos alertaron sobre posibles tumultos al llegar con víveres. Sin embargo, la sorpresa inesperada fue un perro que salió de la nada y mordió a uno de nuestros camarógrafos en la pierna. De inmediato, tuvimos que salir corriendo a la clínica Hospital Huauchinango Pemex que por la tragedia se encuentra abierta a toda la ciudadanía. El camarógrafo se retorcía de dolor mientras la sangre brotaba de los tres pequeños agujeros de su pierna, causados por un perro que no encontró mejor forma para procesar el estrés de la tragedia. ![]() Debido a que en La Monterrey los víveres no pudieron ser descargados, nos movimos a la colonia Chapultepec, donde la gente perdió sus casas a causa del lodo que subió hasta 10 centímetros y a la fuerza del agua que se llevó puertas y paredes. Más información: Personal del Hospital de Pemex sostuvo la atención médica en Huauchinango durante la tormenta Jerry En Chapultepec, el tiempo pasó volando: pasamos al menos dos horas liberando el camión entre una multitud de personas que hacían fila para llevarse algo a casa después de perderlo todo. Desde sábanas y ropa hasta agua, pañales y croquetas para perros, la gente se formaba para recibir lo que les dieran, algunos intentaban formarse dos veces y otros se quedaban por ahí cerca con la esperanza de volver a ser favorecidos.
En una sinergia de buena voluntad y solidaridad desmedida, la desgracia unió a la sociedad civil, personal y familia de los jueces y magistrados de Puebla, integrantes del periódico El Popular, periodismo con causa, que mientras levantaban testimonios, también entregaban despensas y a militares que después de días de trabajo seguían en pie de lucha. ![]() Llegó la noche y, con ella, un poco de lluvia que reactivó las alertas. Agotados y con un herido a bordo, regresamos a Puebla sin haber logrado el cometido: llegar a Pahuatlán, un municipio donde la ayuda ha llegado a cuentagotas. Con el corazón roto y los cuerpos llenos de lodo, regresamos a casa conscientes que un hogar con techo de cemento, agua caliente y una cama cómoda nos esperaba para seguir con nuestra vida. La Sierra Norte está devastada, pero antes de la tragedia su gente ya conocía la precariedad y el abandono; las autoridades, como siempre, sólo se acuerdan cuando hay que salir en la foto. Al menos, en esta ocasión, alguien volteó a verlos y Huauchinango quedará en la memoria, aunque sea por un momento. |