Miércoles 03 Diciembre 2025

La Navidad llegó otra vez, pero en la casa de Alicia Escobedo no suena la misma música, no huele igual, no abraza igual. Cada diciembre, el mundo parece iluminarse… menos el rincón donde falta su hijo, Guillermo Raúl López Escobedo, desaparecido el 28 de diciembre de 2023 en Chachapa, Amozoc.

Alicia se sienta frente al árbol recién colocado y respira hondo. La celebración llega marcada por un vacío que ningún festejo puede ocultar.

“Hoy es primero de diciembre y ponemos el árbol en familia, pero hoy, por hoy, es muy difícil… porque no está mi hijo con nosotros”, dice con voz quebrada.

En su mano guarda un pequeño tesoro: una paleta decorativa elaborada por Raúl, una manualidad de noviembre de 2023. La sostiene con una mezcla de ternura y desconsuelo.

“La hicimos todos en casa para adornar el árbol. Y esta es la que él hizo. Para mí… es un tesoro”.

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Diciembre: el mes que duele más

Para muchas familias, diciembre significa unión; para las madres buscadoras, representa un recordatorio contundente: hay un lugar vacío en la mesa, una silla que nadie se atreve a ocupar.

“Cambia todo… diciembre es difícil de por sí, pero para nosotras es todavía más complicado (…). No sabemos en dónde están nuestros hijos, en qué condiciones se encuentran… y eso lo vuelve todo más doloroso”, expone Alicia.

Mientras afuera todo se tiñe de rojo y verde, en su casa predomina otro color: la ausencia.

Proceso legal avanza lento, pero el corazón no se detiene

Alicia aguarda fechas de juicio. Carga carpetas, documentos, avances y retrasos, al mismo tiempo que soporta su propio dolor.

“Ya me dieron fecha de audiencia intermedia para el segundo detenido, Gerardo, será el 17 de febrero (…). Estoy esperando la fecha del juicio oral de Ulises. Yo creo que iniciando el año”, detalla.

Pero ninguna audiencia, ningún expediente, ningún procedimiento judicial llena el espacio de su hijo en el hogar.

Hablar para proteger, recordar para evitar

Alicia ha convertido su experiencia en un acto de amor hacia otros jóvenes. A pesar del sufrimiento, se coloca frente a ellos, narra la historia de Raúl, advierte y acompaña con sus palabras.

“Es una labor bonita —dice—. Me gusta exponer cómo vivió mi hijo su desaparición, para que los jóvenes se cuiden. Porque nunca sabemos. En el caso de mi hijo fue su amigo quien lo puso”.

Sus palabras no buscan sembrar miedo; buscan preservar vida.

"Señora, usted sí puede abrazarlo"

Alicia pronuncia su mensaje con una serenidad nacida del amor más profundo.

“Este mensaje va dirigido, como siempre, a la señora mamá de Ulises (…) “Hoy es otra Navidad y otro Año Nuevo sin mi hijo. Entro a su habitación y lo abrazo (…). Señora, le suplico que hable con su hijo. Vaya a verlo en estas fechas, abrácelo y apapáchelo, porque usted sí lo tiene. Aprovéchelo al máximo (…). Pero dígale… dígale que me haga saber en dónde está mi hijo”, suplica.

Es un ruego que no acusa, un llamado que no hiere, una súplica que solo una madre puede expresar.

La Navidad como resistencia

A casi dos años de la desaparición de Raúl, su familia sigue sin respuestas. La Fiscalía General del Estado (FGE) ha detenido a dos presuntos implicados, pero no existe rastro del joven. Y mientras la justicia avanza con lentitud, Alicia se sostiene desde el amor.

Ella arma el árbol. Coloca las luces. Cuelga la paleta pintada por Raúl. Y, aunque duela, enciende las luces porque sabe que su hijo disfrutaba ver la casa iluminada.

“Querer ver bien a la familia también es amor —dice—. Aprovechemos a los que tenemos hoy, en vida”.

En su voz no hay resignación. Hay amor. Hay memoria. Un deseo profundo de abrazar a su hijo —aunque sea en silencio, aunque sea en su habitación vacía— mientras el mundo brinda por lo que termina y por lo que comienza.

Esta Navidad, Alicia no pide regalos. Solo pide verdad y la fuerza para seguir encendiendo el árbol cada diciembre, hasta que Raúl vuelva a casa.