La Navidad llegó otra vez, pero en la casa de Alicia Escobedo no suena la misma música, no huele igual, no abraza igual. Cada diciembre, el mundo parece iluminarse… menos el rincón donde falta su hijo, Guillermo Raúl López Escobedo, desaparecido el 28 de diciembre de 2023 en Chachapa, Amozoc. Alicia se sienta frente al árbol recién colocado y respira hondo. La celebración llega marcada por un vacío que ningún festejo puede ocultar.
En su mano guarda un pequeño tesoro: una paleta decorativa elaborada por Raúl, una manualidad de noviembre de 2023. La sostiene con una mezcla de ternura y desconsuelo.
Te puede interesar: Arte y memoria, refugio ante la desaparición de mujeres en Puebla: Alma Cardoso Diciembre: el mes que duele másPara muchas familias, diciembre significa unión; para las madres buscadoras, representa un recordatorio contundente: hay un lugar vacío en la mesa, una silla que nadie se atreve a ocupar.
Mientras afuera todo se tiñe de rojo y verde, en su casa predomina otro color: la ausencia. Proceso legal avanza lento, pero el corazón no se detieneAlicia aguarda fechas de juicio. Carga carpetas, documentos, avances y retrasos, al mismo tiempo que soporta su propio dolor.
Pero ninguna audiencia, ningún expediente, ningún procedimiento judicial llena el espacio de su hijo en el hogar. Hablar para proteger, recordar para evitarAlicia ha convertido su experiencia en un acto de amor hacia otros jóvenes. A pesar del sufrimiento, se coloca frente a ellos, narra la historia de Raúl, advierte y acompaña con sus palabras.
Sus palabras no buscan sembrar miedo; buscan preservar vida. "Señora, usted sí puede abrazarlo"Alicia pronuncia su mensaje con una serenidad nacida del amor más profundo.
Es un ruego que no acusa, un llamado que no hiere, una súplica que solo una madre puede expresar. La Navidad como resistenciaA casi dos años de la desaparición de Raúl, su familia sigue sin respuestas. La Fiscalía General del Estado (FGE) ha detenido a dos presuntos implicados, pero no existe rastro del joven. Y mientras la justicia avanza con lentitud, Alicia se sostiene desde el amor. Ella arma el árbol. Coloca las luces. Cuelga la paleta pintada por Raúl. Y, aunque duela, enciende las luces porque sabe que su hijo disfrutaba ver la casa iluminada.
En su voz no hay resignación. Hay amor. Hay memoria. Un deseo profundo de abrazar a su hijo —aunque sea en silencio, aunque sea en su habitación vacía— mientras el mundo brinda por lo que termina y por lo que comienza. Esta Navidad, Alicia no pide regalos. Solo pide verdad y la fuerza para seguir encendiendo el árbol cada diciembre, hasta que Raúl vuelva a casa. |