30 Noviembre 2025

En el corazón del Zócalo de Puebla, donde cada año comienzan las celebraciones decembrinas, este domingo se levantó un árbol distinto: un árbol que no brilla, que no pretende adornar la fiesta, un árbol que duele. Madres, hijas, hermanas y familias del colectivo Voz de los Desaparecidos instalaron el Árbol de la Esperanza, un monumento vivo con el que buscan recordar a las más de tres mil personas desaparecidas en la entidad.

“Este árbol no va a medir 20 o 30 metros, ni va a brillar... ‘Ese árbol no es bonito’”, expresó su fundadora, María Luisa Núñez, al recordarle a la ciudad que detrás de cada ausencia hay un hogar quebrado y una vida suspendida.

A diferencia de los árboles luminosos que comienzan a llenar las plazas, este está hecho de rostros. De historias. De una lucha que no descansa. Antes de colocarlo, varias madres se cubrieron el cuerpo con fichas de búsqueda: un acto silencioso, pero contundente, para hacer visible lo que muchxs prefieren no mirar. Sus pasos dolidos recorrieron la plancha del Zócalo como un recordatorio de que la desaparición no solo arrebata personas: también interrumpe vidas, rutinas, navidades.

“Ya no existen navidades para nosotras y nosotros, no ponemos árboles con luces”, compartieron integrantes del colectivo, mientras se abrazaban entre sí para sostenerse. Para ellas, las fiestas dejaron de tener sentido desde que sus hijas e hijos no regresaron.

Entre quienes acudieron estuvo María Fernanda, acompañada de Leticia y su familia. Ellxs buscan a Marcos Alejandro Morales Rojas, desaparecido en Córdoba, Veracruz. “Para nosotrxs ya no hay fiestas festivas”, dijeron mientras observaban el árbol que cada año colocan en honor a quienes el Estado no ha podido encontrar.

El Árbol de la Esperanza no es solo un símbolo: es una denuncia, un llamado urgente a no normalizar la desaparición. También es un acto de amor, de ese amor que impulsa a las madres buscadoras a seguir adelante incluso cuando la fuerza parece agotarse. Cada fotografía colgada en las ramas representa una vida que falta y un compromiso que persiste.

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El colectivo Voz de los Desaparecidos recordó la labor incansable de todas las madres buscadoras del estado, mujeres que, pese al dolor y al desgaste, continúan levantando la voz por sus seres queridxs. Este año, algunas decidieron vestirse literalmente con los boletines de búsqueda, llevando en su propio cuerpo la identidad de quienes esperan regresar a casa.

En medio del bullicio previo a las fiestas, este árbol obliga a detenerse, a escuchar y a mirar de frente el dolor de quienes no han podido nombrar diciembre como tiempo de celebración.

En el Zócalo de Puebla, el Árbol de la Esperanza permanecerá como un recordatorio de que el amor de una madre —y su lucha— no caduca con el calendario.