Tres buenos propósitos

Cerramos el 2019 con todo lo que representó y abrimos un nuevo capítulo en nuestras vidas personales

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Cerramos el 2019 con todo lo que representó y abrimos un nuevo capítulo en nuestras vidas personales recibiendo el año 2020 (un año con “muy buena visión”, dirán algunos).

Este reinicio es un buen momento para plantear una serie de nobles propósitos como individuos y como comunidad. ¿No sabe usted, estimado lector, por dónde empezar? Le proponemos tres propósitos por lo pronto: vivir en tolerancia, adoptar la paciencia como virtud y procurar la armonía.

La palabra de moda en este mundo de contactos personales y de conversación social es hoy precisamente “tolerancia”.

¿Cuántas veces una amena charla de amigos o un “hilo” en Twitter se convierte en una airada discusión con asomos de agresión?

En este tipo de situaciones tensas, no falta alguien que suelte la ya famosa frase: “hay que trabajar más la tolerancia”.

Se oye fácil, pero se torna difícil aplicarla en la realidad. Y es que como seres humanos, por naturaleza buscamos imponer nuestro ego y no escuchar a los demás.

Muy asociada con la virtud de la tolerancia se encuentra el arte de la paciencia. El ritmo acelerado de vida que llevamos, poco ayuda para trabajarla. Para todo queremos soluciones inmediatas y gratificantes, por lo que se vuelve difícil esperar y aguantar.

Es importante que en el hogar aprendamos a promover la paciencia, porque también nuestros hijos llegan a manifestarse impacientes y se vuelven muy demandantes.

Tanto la tolerancia como la paciencia son virtudes que deben extenderse también al salir a la calle todos los días. La vida contemporánea nos ha hecho ciudadanos cada vez más “supervivientes”, en el sentido en que nos enfrentamos a una jungla de rapiña allá afuera, en donde se prueban de una manera muy específica nuestros escrúpulos y valores de convivencia social y de respeto hacia los demás.

Fallamos frecuentemente en tolerar y ser pacientes con las imprudencias del conductor vecino que “nos cierra” en el trayecto (“dale, dale... que se te quiere meter al carril”); o del peatón descuidado que deambula abajo de la banqueta, texteando en su teléfono o aislado en sus pensamientos.

En el grado en que este 2020 trabajemos más en la tolerancia y en la paciencia, podremos avanzar hacia un tercer estado ideal: el de armonía. Poco a poco hemos perdido ese valor de “calidez humana”, de pensar también en los demás y practicar la empatía (ponerse en los zapatos de los otros).

Trabajar la tolerancia, adoptar la paciencia y buscar la armonía no deben ser propósitos que procuremos solamente en este arranque de año. Deben convertirse en un reto para todos los 366 días (recordemos, el 2020 será un año bisiesto). Es más, busquemos que se vuelvan parte del repertorio de buenos objetivos para cada año entrante.

Estén seguros, estimados lectores, que si practicamos estos tres buenos propósitos y los adoptamos como parte de nuestra agenda de vida personal y social, lograremos que otros vecinos y ciudadanos también se sumen.

Y así notaremos una gran diferencia en la diaria lucha de supervivencia a la que nos enfrentamos en nuestras ciudades y comunidades, plagadas de apatía, falta de sensibilidad y de poco sentido de compromiso social.

 

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