Más allá de los videos

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Estamos en la era de los fabricantes de la realidad, de los carpinteros de la pseudo-verdad. El internet y las redes sociales se han convertido en los detonantes de un espacio de entretenimiento de las masas.

Los videos difundidos esta semana por ambos bandos (el PRIAN y Morena) pueden interpretarse como parte de una guerra política-electoral, pero también como un ejemplo de un nuevo circo mediático para distraernos de los temas más relevantes.

Vivimos en la era de las imágenes, del impacto visual y emocional que éstas pueden tener en el ciudadano común el cual —presuroso— corre a sus grupos de referencia social a replicarlas, comentarlas y a expresar su molestia con una pasajera indignación.

Seguimos siendo una sociedad anestesiada, pero sobre todo una sociedad fácil de manipular y de ser engañada. Tanta exposición a la banalidad de las redes sociales ha provocado que vayamos perdiendo la capacidad de pensamiento crítico, de análisis, de hacernos preguntas más a fondo frente a tanta “primicia” visual a las que somos sometidos.

¿Quién ordenó los videos de origen? ¿Quién los filtró? ¿Qué intereses más profundos existen detrás de todo ello? Y lo peligroso además es el complemento que se da en el discurso demagógico, el cual generalmente minimiza los actos indebidos.

“En este caso del video de mi hermano (Pío López Obrador) con David Léon hay notorias diferencias con otros asuntos. No sólo es lo cuantitativo, no sólo es el monto del dinero”, justificó el Presidente Andrés Manuel López Obrador. “Porque no sólo es comparar una operación ilícita donde cobraron 200 millones de dólares de más en la venta de una planta chatarra, que esto, que puede significar unos dos millones de pesos”.

No hagas cosas buenas qué parecen malas, dice el refrán popular.

Los mercenarios del marketing político contemporáneo conocen bien su oficio. Han estudiado a fondo la psicología del mexicano y han entendido su vulnerabilidad para caer presa de los contenidos de espectáculo filtrados con alta intencionalidad en las redes sociales. Si sus estrategias ayudan a despertar su morbo resulta mucho mejor. Si contribuyen a encender en él o en ella la necesidad de compartirlo el objetivo se cumple en su totalidad.

Vivimos en la era del montaje mediático. Presenciamos el tiempo de una temporada de teatro popular que no caduca. Todo está al alcance de un teléfono, de una pantalla que con la habilidad de nuestros dedos nos mete en un universo paralelo de distracción y escape de nuestros problemas personales y nacionales.

Ya el escritor Mario Vargas Llosa lo advierte desde años atrás, cuando las redes sociales aumentaban su poder de seducción en el mundo: "Hoy hay un gran riesgo de convertir a la cultura en una de las formas puramente de la diversión, de la distracción, por culpa fundamentalmente de la frivolidad y el esnobismo, que creo que han venido socavando a lo que tradicionalmente entendíamos por cultura".

"La política se está volviendo, al igual que las artes, un espectáculo", dice el autor peruano . "Y en ese espectáculo no es el que piensa mejor o trae propuestas más persuasivas sino que muchas veces el mejor actor, el mejor histrión o el mejor payaso es el que conquista a las multitudes”.

Hay que hacernos siempre preguntas y cuestionar el contexto en que se dan las cosas. Así evitaremos perder lo poco que nos queda de juicio para ejercer un buen pensamiento crítico.

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