Aferrado al Poder

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En un par de semanas —para ser precisos el próximo 3 de noviembre— los norteamericanos decidirán si “echan” por fin a Donald Trump de la Casa Blanca o le dan una oportunidad más. Todo un evento mundial, sin duda, para cerrar este difícil año 2020.

Trump ha sido durante estos casi cuatro años un mandatario polémico. Durante todo este tiempo la gente lo ha percibido desde una perspectiva bipolar: O lo han odiado o lo han amado. Casi no hay medios tintes.

Los hechos durante su administración demuestran que ha afectado profundamente a Estados Unidos y al mundo entero, incluído México. Se ha caracterizado por su abuso evidente del poder y ha minimizado a sus oponentes políticos, desde el ex-presidente Barack Obama, siguiendo con su ex-rival del 2016 Hillary Clinton y hasta su principal contrincante actual, Joe Biden.

Para algunos observadores y analistas políticos, la actual campaña de reelección representa la mayor amenaza para la democracia estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial.

Trump ha sido un presidente parcial. No le ha importado su país ni el interés público. En estos cuatro años ha antepuesto sus intereses comerciales y políticos a los intereses de la mayoría. Ha demostrado un desprecio impresionante por las vidas y libertades de los ciudadanos que dice representar.

Los medios norteamericanos y mundiales han destacado en sus análisis e investigaciones el lado oscuro de Trump: el racismo, la xenofobia, su misoginia. En el primer debate con Joe Biden —y a exhortación expresa del moderador a cargo— se negó a condenar las acciones de los supremacistas blancos. Ante la insistencia de hacerlo se salió, como bien decimos acá en México, “alegremente por la tangente”.

Para muchos no solo es un demagogo que preside un país cada vez más diverso. También se ha distinguido por ser un aislacionista en un mundo cada vez más interconectado. El incumplimiento de su palabra es algo que lo ha caracterizado: promete hacer cosas que nunca hará.

De hecho el discurso del ahora Presidente se ha caracterizado por ser de retórica divisiva con ataques constantes contra sus compatriotas, de un partido u otro, de una ideología u otra.

El 3 de noviembre puede ser un punto de cambio, de nuevo rumbo. Esta es una elección sobre el futuro de los Estados Unidos y de México. Es un momento clave para que nuestros vecinos al norte del Río Bravo decidan qué camino desean seguir: cuatro años más de crisis política o una alternativa fresca, más liberal.

Cuatro años más serían lo peor. Dudosamente los norteamericanos podrán resistir más, soportar a un mandatario intransigente, abusivo y peligroso.

La esperanza se ha dejado asomar estos días. Muchos de ellos han salido a practicar el voto temprano y por correo, haciendo largas filas que se extienden por muchas cuadras a través de sus pueblos y ciudades. Algo no visto antes, con todo y esta Pandemia que se vive.

Sin embargo, Trump amenaza con realizar un asalto total a la integridad de ese proceso democrático. Rompiendo con todos sus predecesores modernos, se ha negado a comprometerse con una transferencia pacífica del poder, sugiriendo que su victoria es el único resultado legítimo, y que si no gana, está listo para impugnar el juicio del pueblo estadounidense en los tribunales o incluso en las calles. Para el baile electoral vamos…

 

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