El "quita y pon"

La funcionalidad y eficacia de un gobierno se mide en buena medida por la estabilidad en los puestos de mando...

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Memorias del Crimen

La funcionalidad y eficacia de un gobierno se mide en buena medida por la estabilidad en los puestos de mando, especialmente en lo que se conoce como gabinete presidencial. La administración de Andrés Manuel López Obrador da mucho de qué hablar en este punto.

El equipo cercano de AMLO ha tenido más de una docena de grandes modificaciones “a la mitad del camino” (como es el nombre del popular libro presidencial que ya circula). El movimiento más reciente tiene que ver con la renuncia —ahora sí oficial— del labio que más le murmuraba al oído al presidente: Julio Scherer García, su ex titular de la Consejería Jurídica de la Presidencia.

Se va Scherer por simple desgaste y porque le quitaron poder, dicen los columnistas políticos nacionales. Se retira porque entiende la señal de que el ex gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, nuevo secretario de Gobernación, necesita amplio margen de acción política.

Poco antes de Scherer había salido una de las figuras más polémicas de AMLO, la ex ministra Olga Sánchez Cordero, quien precisamente dejó Gobernación al tabasqueño. Ahora serán dos López —uno presidente y uno secretario de Gobernación— los que dirigirán al país,  ambos originarios del “Edén” del Sureste, la tierra húmeda del pejelagarto.

Durante estos tres años diferentes figuras políticas y del empresariado nacional han desfilado por los corredores de Palacio Nacional. Una de las huidas más simbólicas fue la de Alfonso “Poncho” Romo, el regiomontano que buscó representar precisamente los intereses de los industriales nacionales y de los inversionistas extranjeros.

Romo renunció al puesto el 2 de diciembre de 2020. Tras su salida, el presidente informó que ya no era necesaria la Oficina de la Presidencia, por lo que nadie lo sustituiría. Y la desapareció.

Uno de los primeros colaboradores en decir adiós al gabinete fue también Carlos Urzúa, quien era titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Urzúa renunció el 9 de julio de 2019, apenas medio año después de iniciado el gobierno de AMLO.

Su salida fue vista con mucha sorpresa, sobre todo por las circunstancias en que aconteció. Todavía se recuerda la carta en sus redes sociales en donde confesó que estaba en desacuerdo con que en el gobierno de López Obrador tomara decisiones de política pública sin el suficiente sustento. El Presidente reviró también con una carta y anunció que Arturo Herrera sería el sustituto.

“(Urzúa) no está conforme con las decisiones que estamos tomando y nosotros tenemos el compromiso de cambiar la política económica que se ha venido imponiendo desde hace 36 años”, dijo el mandatario.

El sucesor en Hacienda, Herrera, solo estuvo al frente de la dependencia un año. El 15 de julio pasado se anunció que sería sustituido por Rogelio Ramírez de la O. Y la lista de renuncias y salidas es más larga. Todo indica que así será el resto del sexenio.

Definitivamente López Obrador parece más indeciso que un veterano manager beisbolero que manda llamar a pitcher tras pitcher tratando de salvar el partido. Pero es también un entrenador que no ha sabido generar un buen entorno de trabajo de equipo, elemento fundamental para que un poder ejecutivo y su gabinete saquen juntos adelante los proyectos de política pública nacional.

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