La nueva “anormalidad”
Paulatinamente los mexicanos que sobrevivimos al Covid comenzamos a retomar nuestras vidas en una etapa que muchos llaman “la nueva normalidad”.
Paulatinamente los mexicanos que sobrevivimos al Covid
comenzamos a retomar nuestras vidas en una etapa que muchos llaman “la nueva
normalidad”. Salir a cenar, reanudar la socialización cotidiana
y acudir de nuevo a las aulas y al trabajo. Eso sí, todavía con cubrebocas
obligado. Para la mayoría de las personas la transición del hogar a la
calle de nuevo no ha sido nada fácil. Durante año y medio todos vivimos una
serie de cambios sustanciales en nuestro entorno familiar, personal y social
que marcaron “un antes y un después”. Para empezar, al pasar tanto tiempo en casa, la dinámica
familiar poco a poco fue transformándose y con ello las rutinas hogareñas.
Convivir más tiempo y más cerca con familiares se convirtió en todo un reto,
algunos lograron reforzar lazos que se iban perdiendo y otros más acabaron por
romper algo que ya se venía deteriorando en relaciones personales en casa. El
Covid solo aceleró este último proceso. Algo interesante es que vimos cómo se redestribuyeron las
tareas hogareñas. Se reorganizaron los esquemas y se buscó un mayor orden
para ejercer responsabilidades. Una repartición más equitativa de labores se
dio, aunque en algunos casos aquél que tenía que realizar trabajo presencial
quedaba exentado. En este último punto, la vivienda, para la mayoría, se
convirtió en “hogar, dulce oficina” pero también en “hogar, dulce salón de
clases”. Trabajar en casa, por ejemplo, se tornó en un cambio tan radical que
muchos ya no desean volver a la rutina anterior. Algunas mamás que laboran cuentan que con la Pandemia se han
organizado mejor y revelan tener mayor control de sus vidas al grado que volver
al esquema previo significa terminar con hábitos que ahora les resultan más
funcionales y prácticos. Lo que preocupa a muchos expertos es la actitud y el
comportamiento que muestran algunos ciudadanos que no han podido reincorporarse
de lleno a la forma de vida previa. A esto se le conoce como el “Síndrome de la
Nueva Anormalidad”. Sus características son muy puntuales: Ansiedad notoria,
irritación y desesperación evidente, procuración de un espacio individual en lo
posible. En particular, los afectados presentan menos tolerancia hacia los
demás y muestras de conductas de agresividad que en algunos casos han llegado a
las armas. El “encierro” durante mucho tiempo provocó un estado de
aislamiento cómodo que vino a romper con las malas relaciones, reducir el
estrés y minimizar encuentros que antes de la pandemia resultaban tóxicos para
muchos. Al volver a vivir estas situaciones de nuevo –y aumentadas ahora por la
falta de empatía y resiliencia— ha provocado tener en la calle ciudadanos
explosivos que muy poco contribuyen a retomar de nuevo la normalidad de los
espacios de convivencia social. Y no solo se da a nivel de adultos. También jóvenes y niños
han batallado para readaptarse y retomar los entornos de socialización. Algunos
han preferido, incluso, mantenerse en lo posible en casa, seguir conectados a
sus teléfonos móviles y no salir mucho.
Esto es una señal de alerta, para que tanto autoridades como
empresas y escuelas vayan más allá de simplemente darles la bienvenida de nuevo
a la gente a sus espacios de interacción pre-pandemia. Ofrecer ayuda
psicológica y apoyo para el sano retorno se vuelve una prioridad a tomar en
cuenta antes de que las situaciones de riesgo sigan en aumento. |
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