Los rescates históricos ya valieron
En boca de Tiburón
Aún recuerdo con mucha claridad como a finales de mayo el Gobierno de Puebla, liderado por el gobernador Miguel Barbosa, a través de la Secretaría de Cultura, a cargo de Sergio Vergara, anunciaba con bombo y platillo la recuperación de lugares importantes del patrimonio histórico de Puebla. Me refiero a los Lavaderos de Almoloya y a unos supuestos túneles ubicados en el Jardín de San Francisco. Quien iba a pensar que todo el éxito del que tanto presumieron tanto el gobernador como el secretario, se vería truncado a menos de un mes de saborearlo. Tenemos que aclarar que no todo es culpa de ellos, y para eso permítanme explicarles de una forma no tan institucional que fue lo que pasó en esos lugares históricos: El primer revés ocurrió en los Lavaderos de Almoloya. Una persona de dudosa inteligencia creyó que podía andar sin cuidado en dicho recinto y provocó que una de las losas se rompiera. Obviamente tras el incidente, del que no se sabe si fue un accidente o lo hicieron con dolo, la Secretaría de Cultura anunció que tenían que cerrar las puertas de los Lavaderos en lo que reparaban el daño. Estamos de acuerdo que en esto el gobierno no fue culpable, es más tomaron la decisión correcta, pero con el segundo caso no estoy tan seguro. Déjenme contarles por qué. Resulta que anunciaron la apertura al público de túneles históricos que estaban en poder de un hotel, que sin decir nombres solo puedo dar como pista que se encuentra detrás del Centro de Convenciones de la capital. Y no sé si por continuar con el ritmo triunfalista se adelantaron y antes que el INAH pudiera decir algo, fueron inaugurados. Y debo reconocer que a simple vista se veía espectacular el panorama completo. Sin embargo, esta semana, tras una revisión del instituto antes mencionado, resultó que no tenían el valor que tanto pregonaron. Los túneles no fueron creados en la época colonial y mucho menos fueron ocupados por Zaragoza y compañía en la batalla del 5 de mayo de 1862. El espacio era anteriormente paso de drenaje, y fueron rediseñados a conveniencia de la empresa que los ocultaba, supongo que para atraer más clientes. Es más, el INAH remató diciendo que representaba un serio riesgo si permanecía abierto al público. Por lo que también cerraron el paso a los túneles. Un día después, el gobierno también acusó que una capilla ubicada en el mismo jardín de San Francisco, era una cisterna modificada por la misma organización privada. Y ustedes me podrán decir: Tibu, la culpa ahí tampoco es de la administración estatal, claramente los engañó la empresa. Pues déjenme darles solo el 50 por ciento de la razón. Claramente el gobierno no mandó a modificar a conveniencia el drenaje para que parecieran túneles, pero antes de abrir las puertas al público bien pudieron esperar al resultado del análisis realizado por el INAH para no cometer un error de esa magnitud. Ya había un antecedente con un “vestigio” encontrado en el mercado El Alto que al final terminó siendo solo un pedazo de calle antigua, que el instituto pudo detectar a tiempo y evitar que se anunciara como algo que no era. Lo mismo pasó con el intento de mover la Estrella de Puebla de Angelópolis a la misma zona de San Francisco. El INAH dio su postura y tras un estire y jale de aproximadamente dos años, el gobierno entró en razón y no la movió. Decisión que a nivel personal aplaudí porque al final se eligió la mejor opción. ¿Por qué no pudo hacer lo mismo en el caso de estos supuestos túneles? Si el rescate era inminente, no importaba si tenían que esperar un mes más, el triunfo iba a ser garantizado. ¿Por qué? Porque en caso de no abrirlos al público se hubieran ahorrado todas las molestias que implicó volver a cerrarlos y salir a explicar que lo que se anunció como un triunfo para la historia poblana, representaba un riesgo para la población. Y no me mal entiendan, no todo estuvo mal por parte de la gestión estatal. El rescate de los Lavaderos de Almoloya lo reconozco como un triunfo que permanece en pausa no por culpa de ellos, sino de la poca cultura de alguien del público que no tomó las precauciones necesarias y afectó al lugar. Y el jardín en general, ignorando la capilla cisterna sin valor histórico, luce impresionante. Pero, si desde el principio no hubieran vendido los espacios subterráneos como túneles históricos, les aseguro que este texto estuviera lleno de elogios hacia la Secretaría de Cultura. Pero no fue así y ni modos. La única recomendación que le puedo hacer a la dependencia es: Háganle caso al INAH, ellos son los expertos. ¿Y nosotros? Nosotros nos leemos la próxima semana. |
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