Morena sin pudor, sin decoro, sin memoria

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En el alud de la efervescencia electoral la gran pregunta que obligadamente debe plantearse en México es ¿dónde está Morena? ¿dónde está el partido gobernante?

La creación del partido del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador dejó en el camino las posibilidades de consolidarse en un movimiento social, popular, para darle prioridad a su conversión como partido político de cúpulas, negociaciones de poder y militancias "exprés".

El partido gobernante en México reafirma la existencia de un neomorenismo que se ha integrado en su mayor parte, por el éxodo de priistas que vieron en Morena no a la cuarta, sino a la quinta posibilidad de mutar una transformación con toda su vieja escuela.

Muchos hablan de la muerte del PRI y de que hoy ya no hay quien apague la luz en sus oficinas.

Sin embargo, creo que el PRI sigue existiendo, fuerte, corrupto, antidemocrático, simulador, ahora con nuevas insignias, colores y negociaciones.

Las carretadas de priistas están a bordo del barco morenista.

Sin pudor, sin decoro, sin memoria.

Los neomorenistas hallaron la ruta más corta para perseguir el hueso, los puestos, los negocios, usando el disfraz del partido gobernante.

Fue más fácil ofertarle al morenismo carretadas de priistas que con todo y sus mapacheras, operadores, acarreados e incondicionales, abrazaron un morenismo al que le impregnaron el sello del viejo, muy viejo priismo.

El fenómeno de mutación se ha dado en los grupos, alianzas y partidos locales, donde el morenismo duro que hablaba de transformación y que "con el pueblo todo, sin el pueblo nada", ha visto llegar a los mismos que fueron denunciados por corrupción y excesos de poder.

Hoy para ser morenista basta jurar fidelidad a la investidura presidencial, doblar el pulgar y hacer la señal de la 4T, ponerse un chaleco guinda y si de paso se puede y se tiene, conseguir fondeo electoral con carretadas de dinero sin importar ruta o procedencia.

Actualmente los neomorenistas no hablan de principios, repiten las frases de un morenismo trastocado con el poder de la ambición.

La perpetuidad del viejo priismo le costó a México la instauración de una dictadura partidista que duró 70 años.

En la modernidad de las democracias mundiales, los retrocesos son una grave tentación, sobre todo cuando hablar de continuidad es un frágil argumento para disfrazar las intenciones de perpetuidad.

Cientos de candidaturas que hoy se disputan en Morena no están en función de militancias, incluso de sus trastocadas encuestas internas. Todas estas llamadas “coordinaciones” están en función de negociaciones en los oscurito, con intereses de grupo y el poder de convencer a las cúpulas de contar con muchos recurso$ que garanticen continuidad a los cotos de poder.

El ala dura del morenismo ha reaccionado con mucha lentitud frente a la irrupción de cientos de priistas que se han montado en un barco con la venia y gracia del “Mesías” (Andrés Manuel López Obrador).

Su protesta debieron manifestarla mucho antes, desde que con la venia presidencial se otorgaron descaradamente embajadas de trueque a ex gobernadores que abandonaron sus plazas (entidades) para facilitar y operar sendos triunfos a favor del morenismo.

Prueba de lo anterior son: Claudia Pavlovich de Sonora hoy cónsul en Barcelona; Carlos Aysa de Campeche hoy en la embajada de República Dominicana. Carlos Joaquín de Quintana Roo hoy embajador en Canadá; Quirino Ordáz de Sinaloa hoy en la embajada de España y recientemente Omar Fayad de Hidalgo asignado a la embajada de Noruega.

La lenta reacción del morenismo duro cobra consecuencia, sobre todo cuando son más los priistas que han hecho de Morena un partido de reciclaje tricolor.

Los rostros de Carlos Ramírez Marín, Alejandro Murat, Eruviel Ávila, Adrián Ruvalcaba y Nuvia Mayorga confirman la desbandada de personajes que van tras una nueva etapa de impunidad.

En el caso de Puebla, el escándalo del neomorenismo prefabricado recae en la figura del empresario José Chedraui Budid, un priista de cepa que alardeaba de su amistad con el ex presidente Enrique Peña Nieto.

Hoy este personaje emerge en la operación y mítines morenistas como esa “oferta” ganadora –dicen-. Lo real es que la candidatura del empresario textilero tiene una lectura de negocios y padrinazgos sumamente identificables.

Chedraui cuenta con la bendición del hoy gobernador Sergio Salomón Céspedes y de su “baisano” Jorge Estefan Chidiac.

Céspedes y Chedraui son resultado de un morenismo prefabricado que se exalta a la sazón de los tiempos electorales donde se preparan las andanadas de futuros y jugosos negocios.

Si bien algunas voces del morenismo duro se han levantado para exponer lo antes mencionado, hay otra parte de ese mismo morenismo que hasta hace unos años hablaba de “regeneración”, transformación.

Actualmente personajes como Nora Escamilla, Gabriel Biestro, Iván Herrera, Leobardo Rodríguez y algunos otros, fungen como “cargada” para Chedraui al que le han dado su respaldo a cambio de los huesos que puedan pactar en caso del triunfo del ex priista.

Los principios morenistas están trastocados, sin embargo, la involución de este movimiento ha sido alentada por el propio creador del mismo… (el Presidente AMLO).

Hoy en Morena lo que importa es mantener el poder y perder la memoria para que el viejo priismo termine de arribar a un morenismo cuya descomposición temprana es imparable.

Frente al alud del neomorenismo, no debemos olvidar que, para cualquier país, es un riesgo la simulación de una democracia.

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