Lunes 01 de Diciembre de 2025

La construcción del cablebús en la ciudad de Puebla es un hecho y se plantea como la gran solución de movilidad, pero si se analiza bien, a largo plazo causará más problemas que beneficios.

La idea de este texto es la de poner en evidencia las posibles complicaciones: desde el impacto en el patrimonio cultural hasta riesgos geológicos, normativos, tecnológicos y sociales evidencian que este proyecto resultaría problemático en el contexto específico de la capital poblana.

  1. El centro histórico de Puebla es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1987. Introducir un teleférico en este entorno conlleva un alto riesgo de contaminación visual y daño cultural a la identidad.

La instalación de torres metálicas de decenas de metros de altura, llenas de publicidad con cables aéreos alteraría el paisaje urbano de la ciudad y rompería el carácter y las líneas visuales de la ciudad fundada en 1531. Ya existe un precedente negativo cuando en el 2013, Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) criticó duramente el teleférico turístico construido en la zona de Los Fuertes, hoy completamente abandonado.

  1. Puebla se ubica en zona de alta sismicidad y cerca de volcanes. Un teleférico debe soportar temblores, pero incluso con diseño antisísmico eficiente, ante un sismo fuerte el protocolo exige detener la línea y dejar las cabinas suspendidas. Los pasajeros quedarían colgados a decenas de metros mientras las góndolas oscilan fuertemente, una situación propensa al pánico.

Así ocurrió en la CDMX en 2021, cuando un terremoto de magnitud 7.1 paralizó el cablebús y dejó literalmente varados a los usuarios en el aire, columpiándose por varios eternos minutos. La experiencia, obviamente, fue traumática. Además, tras un temblor significativo, el servicio debería suspenderse el tiempo necesario, semanas, para inspeccionar torres, cables y anclajes antes de reanudar operaciones. Con la frecuencia sísmica de la región, esto implicaría interrupciones recurrentes.

  1. Las condiciones climáticas de Puebla son otro factor adverso. En verano ocurren tormentas eléctricas intensas y en invierno se registran vientos fuertes con los frentes fríos. Los teleféricos son especialmente sensibles al clima. Deben suspender operaciones cuando el viento supera cierto umbral (alrededor de 60 km/h) para evitar un balanceo peligroso de las cabinas. A la alerta de una posible tormenta eléctrica, se debe evacuar y detener el sistema para prevenir la caída de rayos sobre torres o cables.

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¿Bajo qué normas se regiría el cablebús de Puebla?

El riesgo más grande a mediano plazo es la carencia de un marco normativo específico en México para este tipo de transporte. Simplemente no existe una Norma Oficial Mexicana (NOM) que regule los teleféricos de pasajeros, lo cual deja vacíos importantes en exigencias de seguridad, mantenimiento y operación. En ausencia de lineamientos locales, el cablebús de Puebla tendría que regirse por estándares internacionales y por las indicaciones del fabricante, pero tales normas externas carecen de obligatoriedad legal en el país.

En la práctica se adoptarían lineamientos europeos (EN 1709, EN 12927 o EN 13796) o la americana ANSI B77.1-2022 de forma voluntaria, pero sin ningún tipo de fiscalización por parte de alguna autoridad mexicana especializada. Ningún organismo nacional certifica o supervisa teleféricos de manera específica, lo que generará un vacío e incertidumbre legal.

Es decir, se compra tecnología europea de punta, pero sin el marco legal y cultural que lo haga cumplir. Se reduce a un convenio de colaboración entre el operador con su auditor privado. El gobierno del estado sólo podrá verificar que exista. Un caso similar lo vimos con la línea 12 de la CDMX.

La dependencia tecnológica y económica es el punto débil. Toda la tecnología central del cablebús es fabricada en Europa. Debido a patentes y control de calidad no es posible fabricarlo de forma local. Desde los motores, cables portantes, sistema de control, software, sensores, etc., tendrán que importarse de Europa. Esto supone depender completamente de proveedores extranjeros para la instalación y el mantenimiento.

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Todas las refacciones o reparaciones mayores requerirán ser importadas, con los costos y tiempos que eso lleva. Con el paso de los años, esta dependencia no puede más que agravarse. Los componentes críticos tienen vida útil limitada y solo las empresas proveedoras pueden reemplazarlos.

Puebla quedaría atada a una infraestructura cuyo soporte técnico y financiero depende de decisiones totalmente fuera de su control, con gastos continuos en divisas y vulnerabilidad ante la obsolescencia programada. Pero los usuarios somos gente local que tiene que llegar temprano a su trabajo.

Por ejemplo, el cable de acero principal, según el fabricante Leitner, deberá sustituirse aproximadamente cada 10 a 15 años, una operación millonaria que únicamente el fabricante puede efectuar.

El cablebús, un transporte que te deja tirado muy seguido

Finalmente, está el tema de la confiabilidad. Un sistema de transporte masivo no puede darse el lujo de ser "delicado". Por puro manual, el teleférico debe detenerse totalmente entre dos y tres semanas al año para mantenimiento mayor (eso si cumplen las normas, si no, qué miedo). Si a eso le sumamos los paros obligatorios por clima o sismos ya mencionados, tenemos un transporte que te deja tirado muy seguido.

A diferencia del RUTA o el transporte terrestre que siguen operando bajo lluvia o tras un susto sísmico, el teleférico te obliga a tener un "Plan B" para llegar a tu destino. ¿De qué sirve una inversión millonaria si no tienes la certeza de que va a estar abierto cuando lo necesitas?

Los posibles beneficios no compensan los impactos negativos sobre el legado histórico, las vulnerabilidades en seguridad y la carga técnica y financiera que implicaría. Antes de seguir adelante, resultaría más prudente explorar alternativas de movilidad urbana que no conlleven tantos inconvenientes ni amenazas para la ciudad de Puebla.