Miércoles 10 de Diciembre de 2025

¡Vecinas, vecinos!

 

Para que no digan que aquí nomás nos la pasamos echando carrilla y carrilla al PAN —que bastante material da, pero tampoco es culpa nuestra—, hoy nos asomamos a la casa de enfrente: la del PRI.

Esa vecina que jura que todavía vive en la mansión de Lomas de Angelópolis, pero la realidad es que tiene filtraciones, goteras y un fuerte aroma a naftalina institucional.

Porque sí, el PRI lanzó su convocatoria para renovar la dirigencia estatal en Puebla con un proceso tan ordenado, tan calendarizado, tan cuidadosamente explicado… que uno entiende de inmediato que todo está perfectamente planchado para que alguien llegue a sentarse en la silla grande del Comité Directivo Estatal sin despeinarse una sola extensión.

 

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Vamos por partes, como manual del PRI, y es que el procedimiento tiene más pasos que una coreografía de K-Pop:

  • Convocatoria el 7 de diciembre. Registro de aspirantes el 18, y nada más de 10 a 12, no se vayan a emocionar.
  • Dictámenes el 19.
  • Proselitismo del 20 al 31 de diciembre, porque nada dice “fiestas decembrinas” como andar pidiendo votos internos.
  • Y la asamblea electiva hasta el 9 de enero de 2026, día en que se confirma lo que todos ya sabían desde antes de sacar el árbol de Navidad: quién será la nueva o el nuevo rey del salón.

 

Y ojo, si solo se registra una fórmula, se cancelan todas las demás etapas.

 

Qué conveniente, qué eficiente, qué maravilla. Casi casi un “si ya saben para qué venimos”.

Los requisitos:

  • Que si siete años de militancia comprobada.
  • Que si no haber coqueteado con ningún otro partido.
  • Que si tener carrera y arraigo probados.
  • Que si disciplina, liderazgo y olor a Revolución Institucionalizada.

Un tamiz tan específico que, curiosamente, coincide con el CV de… sorpresa… Xitlalic Ceja.

 

Lo bello del PRI es su franqueza involuntaria.

 

Todo esto de la “convocatoria abierta”, la “competencia interna” y la “participación de cuadros distinguidos”, pero al final solo votan las consejeras y consejeros políticos.

Es decir, los mismos de siempre. La familia de siempre. El club privado donde todos se conocen, se deben favores y se pasan el poder como si fueran las llaves del coche.

Mientras en el PAN Puebla se acusan de traición, se fraccionan, se bloquean y todavía tienen energía para un pleito más, en el PRI la calma es sospechosa.

 

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Tanto orden solo puede significar dos cosas:

a) o de verdad ya se resignaron a vivir como partido chiquito, o

b) ya negociaron todo desde hace semanas y esto solo es el teatro para cumplir estatutos.

 

Y miren, aquí en La Vecindad no somos malpensados… pero sí observadores.

 

¿Qué opinan?

*

Vecinas, vecinos, nos leemos mañana. 

 

 

 

 

Acuérdense que el que se enoja pierde.

 

 

 

 

Les dejo mi correo por si quieren chismear más a gusto: lavecindad@elpopular.org

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