¡Ni una, ni 10... fueron 50 mil!

Miles de poblanas inundaron las calles para exigir a las autoridades que se detenga la violencia feminicida en el estado y se apruebe el aborto legal, te traemos la crónica.

No fueron una, no fueron 10, fueron más de 50 mil poblanas las que salieron a marchar para clamar justicia. Entre gritos liberadores, saltos y música, el emblemático Gallito, en la zona del Paseo Bravo, fue testigo del acto catártico que estaba por comenzar.

 

“Hay que abortar, hay que abortar, hay que abortar a este sistema patriarcal”, fue una de las primeras consignas que se dejó escuchar entre un público todavía tímido que le costaba levantar la voz. Poco a poco, las mujeres, entre adultas mayores, madres, jóvenes y niñas, llenaron la plaza y fueron encontrando su lugar, ahí donde se sintieran cómodas.

Con el grito de “Tranquila hermana, esta es tu manada”, los contingentes le fueron dando cabida a cualquier persona que quisiera sumarse a la causa: indígenas, bisexuales, afrodescendientes, con discapacidad, lesbianas, trans…. Con pancartas, disfraces y animales de compañía cada mujer buscaba cómo expresarse y liberar tanta rabia contenida por años de injusticias, violencia y desigualdad.

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Los tambores ayudaban a sentirse más en ambiente. Las consignas empezaron a sonar cada más fuerte y poco a poco fueron subiendo de tono: “Va a caer, va a caer, el pinche macho va a caer”. Las mujeres primerizas, que no sabían que hacer, fueron absorbidas y, como si fueran una misma, se movían y gritaban al unísono.

“El que no brinque es macho”, “El que no brinque es macho”, fue el grito que, durante el recorriendo, encendió los ánimos de miles de mujeres se oponían a dejar los pies pegados al suelo. Pasadas las 17 horas, 20 minutos después de lo estipulado, empezó la marcha, y aunque había mucho dolor contenido, era una fiesta lo que ahí se vivía.

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La marea morada empezó a caminar por la emblemática calle de Reforma, esa misma que fue construida como un homenaje al movimiento liberal. La vía, por un par de horas, recuperó su esencia, y acogió a mujeres en busca de una revolución que les haga justicia.

Jóvenes siembran la esperanza de un mundo mejor

 

La participación masiva de jóvenes fue la gran sorpresa. Feministas que habían marchado en ocasiones anteriores lo confirmaron. Fueron ellas, las de no más de 30 años, las que llenaron el Centro Histórico de Puebla con su energía, con su sensibilidad y con sus ganas contenidas de quemarlo todo. Ellas sembraron la esperanza al dejar ver una generación consciente de sus derechos. Jóvenes llenas de vida, que se abrazaron entre ellas y se sostuvieron.

Durante el recorrido, las organizadoras -entre ellas la activista y politóloga Marisol Calva-, gritaban a través de sus altavoces para guiar el camino. “Mujer consciente, se une al contingente”, decían en voz alta cada que a los extremos veían a espectadoras con ganas de sumarse a la causa.

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A los hombres les tocó estar en segundo plano, desde los balcones y las puertas de algunos negocios se asomaban timidamente. Esta vez fueron las mujeres las que los intimidaron, sin golpes, sin violencia, sin abusos; fueron las meras consignas las que pusieron a temblar a cuanto hombre pasaba alrededor. A ellos, esta vez, no les quedó más que guardar silencio. Algunos pocos, muy muy pocos, se unieron a la marcha; otros más, a lo lejos, tocaban sus claxones o levantaban el puño en señal de apoyo.

El clímax de la marcha llegó justo cuando el contingente llegó al Congreso del Estado, ahí en la 5 Poniente. En instantes la felicidad que permeó durante el inicio, se convirtió en rabia e impotencia al ver a los elementos de la policía, en su mayoría mujeres, resguardando el recinto desde donde se debiera abrazar la causa con fuerza para evitar que más mujeres sean violentadas.

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Ahí estaban las y los policías, aguantando las mentadas, los reproches. Como robots, impávidos, veían lágrimas correr y gargantas desgarrarse de todas aquellas manifestantes que perdieron a una hija, a una hermana, a una amiga, a una colega… “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, fue la consigna que cimbró el lugar.

El himno al feminismo se hizo presente

 

Pasando el Congreso se hizo una parada emotiva. Desde el balcón de una casa antigua, empezó a sonar “Sin Miedo”, el himno al feminismo de la cantautora Vivir Quintana: A cada minuto, de cada semana. Nos roban amigas, nos matan hermanas, Destrozan sus cuerpos, los desaparecen. No olvide sus nombres, por favor, señor presidente…

La furia se convirtió en impotencia, en dolor, en lágrimas que no lograron ser contenidas. Podrían haberse quedado ahí una eternidad; juntas, sororas, hermanas cantando sin miedo, pidiendo justicia, gritando por cada desaparecida, pero el objetivo era llegar al Físcalía General del Estado, así que todas empezaron a correr para alcanzar al resto del grupo que ya se había adelantado.

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Duante el recorrido, el cual atravesó la Catedral y luego la Plazuela de Los Sapos, algunos comercios prefieron cerrar sus puertas, como la tradicional Churrería de la 2 Sur y la 5 Oriente, que ni en días festivos para.

Ya entradas en el bulevar 5 de Mayo, los ánimos no decayeron pese a que ya habían caminado poco más de 3 kilómetros. Sabían que el fin de la marcha estaba por llegar. “Mi mami me está enseñando a luchar por mis derechos”, “Hombre bien criado no apoya al patriarcado”, “Algo va mal si odias más a las feministas que a los violadores”, “Mi short no es corto, tu educación sí”, son algunos de los mensajes que se podían leer sobre las pancartas que tenían de fondo a la Físcalía General del Estado.

Ahí se fueron congregando todas. Y en un auténtico círculo de mujeres en el micrófono sonaron los nombres de las asesinadas en 2023: "Desconocida en Puebla, ¡justicia!... Margarita Coyomeapan, ¡justicia!... Desconocida en San Pedro Cholula, ¡justicia!... Cecilia Monzón, ¡justicia!... Desconocida Huachinango, ¡justicia!; Desconocida de Tecamachalco… ¡justicia!... Por las mujeres de la Sierra Negra, ¡justicia!... Por las mujeres de la Mixteca, ¡justicia! Al final, las organizadoras cerraron el evento pidiendo a la FGE que haga su trabajo”.

El ambiente se tornó serio, un tanto fúnebre. Dos horas después que empezó la marcha, el último grito que se escuchó fue: “Justicia para los feminicidios de Puebla, ¡Justicia!”. Y fue con ese grito de “justicia” que las calles de Puebla fueron de ellas, de las mujeres. Por un par de horas, gozaron de un espacio libre de violencia, lleno de buenas vibras y sororidad plena. El 8M resultó ser un ejercicio liberador, un espacio donde todas fueron hermanas.

No fueron una, no fueron 10, pinche gobierno cuéntalas bien… porque esta marea morada ya nadie la para. En una jornada ejemplar, perfectamente organizada, fueron tan solo de 50 mil mujeres, de las millones violentadas, las que sacudieron a Puebla para hacerle ver a las autoridades y a la sociedad que juntas son más fuertes, que juntas son invencibles y que si tocan a una, tocan a todas.

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